miércoles, 17 de febrero de 2016

¿Será que tú también quieres abandona a Jesús?

El mundo en que vivimos no puede ser considerado ya como cristiano. Las nuevas generaciones no aceptan fácilmente la visión de la vida que se transmitía de padres a hijos por vía de autoridad. Las ideas y directrices que predominan en la cultura moderna se alejan mucho de la inspiración cristiana. Vivimos en una época «poscristiana».
Esto significa que la fe ya no es «algo evidente y natural». Lo cristiano está sometido a un examen crítico cada vez más implacable. Son muchos los que en este contexto se sienten sacudidos por la duda y bastantes los que, dejándose llevar por las corrientes del momento, lo abandonan todo.
Una fe combatida desde tantos frentes no puede ser vivida como hace unos años. El creyente no puede ya apoyarse en la cultura ambiental ni en las instituciones. La fe va a depender cada vez más de la decisión personal de cada uno. Será cristiano quien tome la decisión consciente de aceptar y seguir a Jesucristo. En el futuro, el cristianismo será fruto de una opción libre y responsable. Este es el dato, tal vez, más decisivo en el momento religioso que vive hoy el mundo: se está pasando de un cristianismo por nacimiento a un cristianismo por elección.
Ahora bien, el hombre moderno necesita apoyarse en algún tipo de experiencia positiva para tomar una decisión tan importante. La experiencia se está convirtiendo en una especie de patente de autenticidad y en factor fundamental para decidir la orientación de la propia vida. Esto significa que, en el futuro, la experiencia religiosa será cada vez más importante para fundamentar la fe. Será creyente aquel que experimente que Dios le hace bien y que Jesucristo lo ayuda a vivir.

Hay un relato evangélico de Juan que resulta hoy más significativo que nunca. En un determinado momento, muchos discípulos de Jesús dudan y se echan atrás. Entonces Jesús dice a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le contesta en nombre de todos desde una experiencia básica: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos».
Muchos que se dicen cristianos se mueven hoy en un estado intermedio entre un cristianismo tradicional y un proceso de descristianización. Pero no es nada bueno vivir en esa ambigüedad. Es necesario tomar una decisión fundamentada en la propia experiencia. Muchos abandonan lo religioso pues piensan que les irá mejor. Y tú, ¿también quieres irte del grupo de seguidores de Jesus? 
Porque quien se acerca a Jesús tiene, con frecuencia, la impresión de encontrarse con alguien extrañamente actual y más presente a nuestros problemas de hoy que muchos de nuestros contemporáneos.
Hay gestos y palabras de Jesús que nos impactan todavía hoy porque tocan el nervio de nuestros problemas y preocupaciones más vitales. Son gestos y palabras que se resisten al paso de los tiempos y al cambio de ideologías. Los siglos transcurridos no han amortiguado la fuerza y la vida que encierran, a poco que estemos atentos y abramos sinceramente nuestro corazón.
Sin embargo, son muchos los hombres y mujeres que no logran encontrarse con ese evangelio. No han tenido nunca la suerte de escuchar con sencillez y directamente sus palabras. Su mensaje les ha llegado desfigurado por demasiadas capas de doctrinas, fórmulas, conceptualizaciones y discursos interesados.
A lo largo de veinte siglos es mucho el polvo que inevitablemente se ha ido acumulando sobre la persona de Jesús, sobre su actuación y su mensaje. Un cristianismo lleno de buenas intenciones y fervores venerables ha impedido, a veces, a muchos cristianos sencillos encontrarse con la frescura llena de vida de aquel que perdonaba a las prostitutas, abrazaba a los niños, lloraba con los amigos, contagiaba esperanza e invitaba a los hombres a vivir con la libertad y el amor de los hijos de Dios.
Cuántos hombres y mujeres han tenido que escuchar las disquisiciones de moralistas bien intencionados y las exposiciones de predicadores ilustrados, sin lograr encontrarse con El.
No nos ha de extrañar la interpelación de J. Onimus: «¿Por qué vas a ser tú propiedad privada de predicadores, doctores y de algunos eruditos, tú que has dicho cosas tan simples, tan directas, palabras que siguen siendo palabras de vida para todos los hombres?».
Sin duda, uno de los mayores servicios que podemos realizar en la Iglesia actual es poner la persona y el mensaje de Jesús al alcance de los hombres y mujeres de nuestros días. Ayudarles a abrirse camino hacia él. Acercarlos a su mensaje.



Muchos cristianos que se han ido alejando estos años de la Iglesia, quizás porque no siempre han encontrado en ella a Jesucristo, sentirían de nuevo aquello expresado un día por Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos».

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