martes, 22 de noviembre de 2016

Fina antropología de la escuela beruliana

La antropología eudista, como toda la beruliana, está marcada por el tema de Cristo viviente en el hombre, que no puede reducirse a la presencia de una gracia eficaz, al estilo jansenista. Es mucho más que la simple imitación de Cristo. Se trata de hacer todas las cosas con el espíritu de Jesús.
Ello los llevó a dar una gran importancia a la vocación bautismal y, paralelamente, a la vocación del laico. Como decía Olier, para ser una hostia viva «no se requiere un sacerdocio solemne, ni un sacerdocio delegado. Basta tener la sola verdadera y real presencia del Espíritu de Jesucristo[1]
Y esto es lo que Juan Eudes pide a los cristianos: que vivan en un estado de hostias permanentes, conforme a su compromiso bautismal.
Esta insistencia sobre la vida de Cristo en nosotros corrige lo que puede parecer su visión demasiado pesimista de la naturaleza humana. Al contrario, se puede estimar que esta enseñanza «es tan optimista, tan dilatadora del corazón y tan llena de esperanza que nos llega como una verdadera buena noticia»[2]
Como escribe Krumenacker, «la insistencia sobre la conformidad con Cristo concluye en una verdadera exaltación del hombre»[3].
Y es obvio que está visión amplia y generosa del compromiso y la vocación bautismal, según la cual todos los cristianos están llamados originalmente a vivir en Cristo por el bautismo, enfrenta con éxito la visión jerárquizante de la iglesia y pone las bases para la concepción de la iglesia como pueblo de Dios, conforme al planteamiento cimero del Vaticano II. 
En esto también los berulianos,  Juan Eudes entre ellos, se adelantaron a  su tiempo.



[1]  J.J. Olier,  Vivre pour Dieu en Jesus-Christ, ed. M. Dupuy, Paris, Ed. Du Cerf, 1995, p. 138.
[2]  Es la apreciación de un benedictino americano, citado por R. Deville, L‘Ecole française de spiritualité, Desclée, 1987, p. 173.
[3] Krumenacker, L‘école française de spiritualité…, p.  382.

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