martes, 29 de noviembre de 2016

Del Corazón de la Madre al Corazón del Hijo

Del Corazón de la Madre...
En el pensamiento de Juan Eudes la devoción al Corazón del Hijo no puede separarse del Corazón de la Madre. Más aún, podemos afirmar que Juan Eudes llegó al Corazón de Cristo a través del Corazón de María. Histórica­mente, él centró su mirada espiritual primero en éste, y sólo en un segundo momento consideraría, de manera particular, el Corazón de Jesús. De la contemplación de Jesús «viviendo y reinando en María» -tal como lo expresa en Vida y Reino- fue pasando poco a poco a centrar su mirada en la Virgen Madre, hasta descubrir su Corazón; este descubrimiento se dio en 1643, cuando acababa de abandonar el Oratorio: al meditar sobre la vida cristiana en cuanto parti­cipación de la vida de Cristo, comprendió que nadie mejor que María había vivido esto a través de una identificación extraordinaria con su Hijo. Constataba así que lo que hay de más importante, de más profundo, de más personal en Ella, es su Corazón: el centro, según el lenguaje bíblico, de su ser y la sede de su amor. Que en ese corazón, primeramente, se habían situado el «llena eres de gracia» y el «hágase en mí según tu palabra»[1].
Posteriormente, al fijar su mirada en ese corazón, descubre que allí Jesús vive y reina perfectamente. Esta idea le parece tan bella y tan importante que se propone celebrar una fiesta al Corazón de María. De hecho, compone una misa y un Oficio sirviéndose de textos de la Escritura y de los Padres de la Iglesia, complementados con oraciones, antífonas e himnos, redactados por él mismo. 
El 8 de febrero de 1648, cuando predicaba una misión en Autun, obtiene del Obispo del lugar la autorización para celebrar esta misa (y probablemente también las Vísperas): es la primera celebración litúrgica del Corazón de María en la historia de la Iglesia. Continúa luego celebrando esa fiesta y publicando textos litúrgicos que se irán extendiendo a diversas diócesis de Francia donde fueron adoptados, aun sin conocer su paternidad. De hecho, es seguro que santa Margarita María, que ingresaba a la Visitación de Paray-le-Monial 24 años más tarde (1672), los había conocido, y alimentando en ellos su piedad, aunque ignorara quién fuera el promotor de la fiesta ya que el pequeño libro litúrgico utilizado no llevaba el nombre del autor.
Las oraciones compuestas por Juan Eudes, largas pero muy bellas[2], nos ofrecen una síntesis de su espiritualidad sobre el tema del corazón. «Señor, Dios nuestro -dice la de inicio-, Tú has querido que Tu Hijo único viva y reine en el corazón de la Virgen Madre». Éste es el primer tema de la fiesta: Cristo Jesús que vive y reina en el co­razón de la Virgen Madre. En la oración de acción de gracias encontramos una perspectiva más particular: «Has querido, Señor, que la Virgen guarde y medite en su corazón el admirable misterio de Tu Hijo Jesús», aludiendo a aquello del Evangelio: «María conservaba todos esos acontecimientos y los meditaba en su corazón». 
Amaba este texto y lo meditó ampliamente. Para él, esos "acontecimientos" son los misterios de Cristo: ve a María acogerlos, rumiarlos, vivir de ellos, participar de ellos; no sólo del nacimiento de Jesús, sino de todos los demás. Es, pues, un segundo tema que exige el primero: la presencia de los misterios de Jesús en María reclama la vida de Jesús en María. 
Un tercer tema se añade luego: la identificación de Jesús con María es tan grande que ambos no forman sino un solo corazón. Juan Eudes habla, entonces, con un lenguaje muy atrevido, «del Corazón de Jesús y María» o del «del Corazón único de Jesús y María». En ocasiones emplea otra expresión ligera­mente diferente: «Jesús es el Corazón de María»: Jesús está tan pre­sente en el Corazón de María que, finalmente, el Corazón de María es Jesús[3]
Como sabemos, la oración Salve Corazón santísimo y aquel Magnificat que él redactó con tanta pasión mística, se dirigen al «Corazón de Jesús y de María». Esta unificación tan absoluta no resulta, a primera vista, fácil de entender; a algunos podría hasta parecerles que roza lo herético. Pero es fundamental, incluso desde una perspectiva eclesiológica. 
Como anota Mons. Guillon, el «misterio de la unión del Corazón de Jesús y del Corazón de María» constituye el corazón de la Iglesia, porque «el Co­razón de Jesús y de María» es, en el fondo, la célula inicial de la Iglesia[4]. Jesús se comunica primero a María; y en esa comunión inicial entre Jesús y María hasta formar un solo Corazón está germinalmente presente la Iglesia; porque esa misma comunión deberá ser ampliada más y más, hasta que todos los hombres tengan también un solo corazón. Como lo expresaba Juan Eudes en la misma oración de apertura: «Concédenos cumplir Tu voluntad y no tener sino un solo corazón entre nosotros y con Ellos».
Por eso Juan Eudes nos invita a contemplar a Cristo que vive en el Corazón de la Vir­gen María y a pedirle luego que podamos entrar en esa misma comunión, hasta no tener sino un solo Corazón con Jesús y María, y entre nosotros. En otras palabras, la fuente y la modalidad de esta unidad-comunión, que moldea a la iglesia como raíz y como meta, es precisamente nuestra unión con los Corazones de Jesús y de María; perspectiva muy rica y hermosa del pensamiento eudiano que valdría la pena profundizar.
Poco antes de morir concluiría su obra póstuma, El Corazón Admirable de la Muy Santa Madre de Dios, que sería bellamente editada en 1681, después de su muerte. Había pretendido reunir en ella todo lo que había sido dicho y todo lo que pudiese decirse en alabanza del Corazón de María. Y efectivamente, tras un ímprobo esfuerzo, logró reunir muchos textos de los Padres de la Iglesia y de autores es­pirituales, integrándolos en una voluminosa obra que, aunque en su conjunto resulta bastante indigesta, ofrece páginas muy bellas y sugerentes.

...Al Corazón del Hijo
En 1668 se da cuenta de que es necesario atender en forma especial al Corazón de Jesús y compone a tal fin un oficio en su honor; el 27 de julio de 1672 lo envía a sus coherma­nos pidiéndoles celebrar, por primera vez, la fiesta del Corazón de Cristo. Ha ido pasando, así, del Corazón de María y el Corazón único de Jesús y María al Corazón de Jesús, como síntesis de una espiritualidad que podemos definir como del amor y la misericordia. 
Este descubrimiento del Corazón de Cristo, íntimamente unido al de María hasta no formar sino un sólo corazón, representa como la plenitud de toda la vida espiritual y apostólica de san Juan Eudes[5]. Toda su doctrina se sintetiza y unifica en torno a esta devoción, que anuncia con un himno de victoria a sus hijos: «Es una gracia inexplicable, que nuestro amabilísimo Salvador nos ha concedido, el habernos dado en nuestra congre­gación el Corazón admirable de su Santísima Madre; pero su bondad sin lími­tes no se detuvo allí, ha ido mucho más lejos al darnos su propio corazón para  que sea, junto con el de su gloriosa Madre, el fundador, el superior, el prin­cipio y el fin, el corazón y la vida de esta misma congregación»[6].
Como decíamos, para él el Corazón es, manifiestamente, lo más profundo, lo más íntimo, lo más personal de Cristo, el centro de su personalidad. Hacia allí orienta su mirada, y descubre el Amor. El Amor en todas sus dimensiones: «El Corazón de Jesús es el corazón humano que Dios se dio para revelar su amor de la manera más viva. Es el corazón que necesitaba para llevar las miserias de los miserables»[7]. Este Corazón se presenta como una lograda síntesis entre lo espiritual y lo humano, como un compendio de toda la espiritualidad, como el símbolo de la interio­ridad entrelazada, que dice el P. R. Hebert[8]
De esa manera, la doctrina espiritual que Juan Eudes venía predicando desde los tiempos iniciales de Vida y Reino, basada en una pausada reelabo­ración de la doctrina paulina sobre el Cuerpo Místico, se ilumina ahora con un fulgor renovado, se embellece, profundiza y enriquece, poniendo de relieve a la vez, explica Mons. Guillon, «la interioridad de las personas y la comunión entre ellas, y hace estallar el poder del amor que, viniendo del Padre y manifestado en el Corazón de Jesús, inflama el Corazón de María antes de penetrar en los corazones de todos los hombres y de transformar el universo entero»[9]
Aspecto también especialmente interesante, rico y sugerente de nuestro patrimonio espiritual. ¿Acaso no se corresponde con una de las grandes utopías antropológicas de hoy: la reconciliación y la unificación del mundo, en la perspectiva de alcanzar una amplia comunidad solidaria, fraternal, democrática, igualitaria, justa y humana?....



[1] Dos siglos más tarde, otro apasionado de los Corazones de Jesús y de María, san Antonio María Claret, diría en forma lapidaria: «El Corazón de María es su Amor»  (Carta a un devoto del Corazón de María, Epistolario Claretiano, 1,1459, lin. 64); y comenta en otra parte: «su Corazón es el centro de su Amor a Dios y a los hombres»  (Ejercicios espirituales que practica la Cofradía del Corazón de María, Barcelona, L.R., 1863, p. 34).

[2] Posteriormente han sido reducidas a petición de Roma.

[3] Cf. para este tema, Cl. Guillon, Conf. cit.

[4] Elegantemente había dicho Bossuet: «La Iglesia  es Jesús extendido y comunicado». Cf.GUILLON, CL, Coferencia en el Congreso de religiosos(as) de Portugal, Fátima, sept. de 1981.

[5] Cf. C. GUILLON, Esprit et vie, Nº 6 (1973), p. 82.

[6] Cf. Carta del 29 de julio de 1672 a las comunidades eudistas para invitarlas a celebrar por vez primera la fiesta del Corazón de Jesús, O.C., tomo X, p.459.'

[7]  Les Eudistes en Amerique du Nord, vol. XIII, Nº 1, 81.

[8] HEBERT R., Conferencia, en Caracas....

[9] GUILLON, CL, Coferencia en el Congreso de religiosos(as) de Portugal...

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