lunes, 21 de noviembre de 2016

El grito de los pobres sigue clamando justicia...

"Hazme justicia": Este es el grito que llega todos los días desde los empobrecidos y oprimidos de los países pobres a los países ricos. Cada patera, cada lancha de inmigrantes, cada camión de doble fondo cruzando de noche la frontera con México, es un grito de dolor, angustia y desesperación de los más empobrecidos de África y de América del Sur. No es el griterío de los grandes campos de fútbol, ni de los conciertos multitudinarios de los países ricos a costa de los países pobres.
Lucas: 18,1-8: Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario"; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en le cara". Y el Señor respondió: Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿ encontrará esta fe en la tierra ?
En nuestra oración no le pidamos a Dios que arregle este mundo, sino digámosle qué estamos dispuestos a hacer nosotros para arreglarlo. Aquella viuda del evangelio, no se dirigió a Dios clamando justicia, sino al juez que era quien tenía la obligación de hacerle justicia. Dios ya hace todo lo que tiene que hacer sin que le digamos ni pidamos nada. El problema no es Dios, el problema somos los hombres, que no hacemos lo que podemos y debemos hacer.
No acabamos de entender que este mundo está exclusivamente en nuestras manos, que este mundo no depende de Dios, sino que depende de nosotros. “Vayan por todo el mundo a proclamar el Evangelio”, que es ante todo luchar por la justicia, que es el primer grado de amor: esto es misión nuestra, pero no lo queremos pensar, porque interpela nuestra responsabilidad y nuestro compromiso.
Donde hay una injusticia allí tiene que haber un profeta para denunciarla. Tenemos que luchar sin desfallecer, con los oprimidos de la tierra, por un mundo más justo para todos los hombres y para toda la creación, porque los grandes y poderosos no lo van a hacer, porque "ni temen a Dios ni les importan los hombres".
Parlamentarios: No aprueben leyes que beneficien a los grandes y poderosos, sino que estén al servicio del bien común de toda la sociedad, con opción preferencial por los que menos tienen y más sufren, porque lo necesitan más.
Jueces: Juzguen con justicia, pues "no torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, pues el soborno cierra los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos. Justicia, solo justicia, has de buscar" (La Biblia, Deuteronomio 16,19).

Recordemos  las palabras de la escritora estadounidense (nacida rusa) Alissa Zinovievna Rosenbaum, conocida por el seudónimo de Ayn Rand, que en 1950 escribió:
Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos por ellas contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada.
Ojalá que los jueces hagan bien su trabajo en estos juicios y ello contribuya a renovar la ética y la moralidad personal y publica de nuestro país y podamos confiar en la justicia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario