SAN JUAN EUDES,
MODELO EJEMPLAR DE CRISTIANOS
INTRODUCCIÓN
“La gran obra de formar a Jesús en nuestras almas es algo infinitamente superior a nuestras fuerzas y por ello tenemos que acudir al poder de
la divina gracia y a los ruegos de laVirgen y de los santos”, decía san
Juan Eudes (Cfr.Vida y Reino), hoy es él mismo quien intercede para
que “Jesús viva y reine perfectamente en nosotros” realizando así el ideal
cristiano que él vivió tan profundamente.
SALUDO PRESIDENCIAL
Hermanos, que la paz de Cristo Jesús y el amor de su Corazón
estén con ustedes.
R/ Y con tu espíritu.
ORACIÓN
Oh Dios, que elegiste a san Juan Eudes para anunciar las inescrutables riquezas del amor de Cristo; concédenos que, movidos por su palabra y por su ejemplo, crezcamos en la fe y llevemos una vida conforme al Evangelio. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo...
R/ Amén.
LECTURA BÍBLICA
Con Cristo estoy crucificado y, vivo, pero no soy yo, sino Cristo quien
vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del
Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí. No tengo por inútil la gracia de Dios, pues, si por la ley se obtuviera la justificación, entonces
Cristo hubiera muerto en vano. (Gal 2,19b-21)
LECTURA EUDISTA
“Ser cristiano es ser hijo de Dios, hermano de Jesucristo, templo del Espíritu Santo”.
“Ser cristiano es ser hijo de Dios, hermano de Jesucristo, templo del Espíritu Santo”.
Un cristiano es un hijo de Dios que tiene un mismo Padre con
Jesucristo, su Hijo único: A cuantos le acogieron, creyendo en él, les
dio el poder llegar a ser hijos de Dios (Jn 1, 12). Subo a mi Padre y a
su Padre, dice el Salvador resucitado (Jn 20, 17). Miren qué amor
nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!,
dice san Juan (1Jn 3, 1).
Por habernos creado, Dios es nuestro principio, nuestro rey y
soberano, y nosotros sus criaturas, súbditos y servidores. Pero
por la regeneración bautismal que nos ha dado un nuevo ser y
una vida divina, Dios es nuestro Padre y nosotros sus hijos y
podemos decirle: Padre nuestro que estás en los cielos. Por lo
tanto:
1. Así como hemos renacido por el bautismo del regazo de
nuestro Padre Dios, también debemos permanecer, siempre y
necesariamente en Él. Si por un solo instante dejara de llevar-
nos en sus brazos perderíamos al instante nuestro nuevo ser y
la vida nueva que de él recibimos en el bautismo.
2. Somos los hermanos de Jesucristo, de su sangre y de su es-
tirpe real y divina, y formamos parte de su genealogía. El cristiano, como hombre nuevo y nueva creatura, nacida de Dios,
no conoce otra genealogía que la de Jesucristo, ni otro Padre
fuera de Dios: No llamen a nadie padre de ustedes en la tierra (Mt
23, 9). Desde ahora nosotros no conocemos a nadie con criterios puramente humanos, dice san Pablo (2Co 5, 1 6). Y nuestro Señor dice: Lo que nace del espíritu, espíritu es (3, 6).
3. Somos los herederos de Dios y coherederos con su Hijo.
¡Qué maravillosa dignidad, nobleza y grandeza del cristiano
que nos obliga a renunciar a Satanás y a entregarnos a Dios con
el ardiente deseo de vivir como hijos suyos, y ser fieles a la nobleza de nuestra cuna, de no traicionar nuestra estirpe ni des-
honrar a nuestro Padre! Un cristiano es un miembro de Jesucristo. Tenemos con él una alianza y unión mucho más noble,
estrecha y perfecta que la de los miembros con su cabeza en un
cuerpo humano. Por lo cual pertenecemos a Jesucristo, estamos sometidos a su dependencia y dirección y somos una sola
cosa con él, como los miembros con su cabeza.
Entreguémonos, pues, a Jesucristo y propongámonos vivir de
su vida. Porque sería monstruoso que en el cuerpo un miembro llevara una vida distinta de la de su cabeza. Por eso san
Gregorio de Nisa afirma que el cristianismo es hacer profesión
de vivir de la vida de Jesucristo. Un cristiano es un templo del
Espíritu Santo. ¿No saben, acaso, que su cuerpo es templo del Espíritu
Santo?, dice san Pablo (1Co 6, 19), y la prueba de que somos hijos
de Dios es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su
Hijo (Ga 4, 6).
El Espíritu Santo nos ha sido dado como espíritu de nuestro
espíritu, corazón de nuestro corazón, alma de nuestra alma, y
para que esté siempre con nosotros y en nosotros como en su
templo. Consideremos atentamente estas verdades y grabémoslas en nuestro corazón para despertar en nosotros la alabanza y el amor a Dios porque nos ha hecho cristianos. Repudiemos nuestras ingratitudes y pecados y llevemos en adelante
una vida digna de la perfección de nuestro Padre, de la santidad
de nuestra Cabeza y de la pureza del Espíritu cuyo templo somos.
(San Juan Eudes, Coloquios interiores, 9; O.C. II, 168-173)
ORACIÓN EUDISTA
San Juan Eudes, ruega por nosotros.
San Juan Eudes, elegido de Dios, ruega por nosotros.
San Juan Eudes, modelo de vida cristiana, ruega por nosotros.
San Juan Eudes, fiel cumplidor de la Voluntad divina, ruega por
nosotros.
San Juan Eudes, penetrado de amor a Jesús, ruega por nosotros.
San Juan Eudes, conocedor de los divinos misterios, ruega por
nosotros.
OREMOS
Cristo Jesús, bondadoso y humilde de corazón, que en el exceso de tu amor, te humillaste haciéndote obediente hasta la
muerte de cruz, concédenos vivir conforme a tu humildad,
obediencia, caridad y mansedumbre.
R/ Amén, amén, Señor Jesús, por tu poder y para tu gloria.
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