SEGUNDO DÍA
SAN JUAN EUDES Y EL
CORAZÓN DE JESÚS
INTRODUCCIÓN
Según la Bula de su
canonización “San Juan Eudes brilló por su celo extraordinario en promover la
devoción salvífica hacia los Santos Co- razones de Jesús y María y por la
divina inspiración fue el primero que pensó en darles un culto litúrgico.
Por ello san Juan Eudes es llamado Padre,
Doctor y Apóstol de la devoción
a los Sagrados Corazones.
Hoy nos reunimos para
dar gracias a Dios por este don inefable con que se dignó enriquecer a san
Juan Eudes y nos colocamos en la escuela de tan gran doctor y maestro para
acrecentar nuestra fe en el Señor Jesús y encender nuestro amor hacia su
Corazón Sacratísimo.
SALUDO PRESIDENCIAL
Hermanos, que la paz y
el amor del Corazón de Cristo, el Se- ñor, esté con todos ustedes.
R/ Y con tu espíritu.
OR ACIÓN
Oh Dios, que elegiste a
san Juan Eudes para anunciar las inescrutables riquezas del amor de Cristo;
concédenos que, movidos por su palabra y por su ejemplo, crezcamos en la fe
y llevemos una vida conforme al Evangelio. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo...
R/ Amén.
LECTURA BÍBLICA
Yo santificaré mi gran
nombre profanado entre las naciones, profanado allí por ustedes.Y las naciones
sabrán que yo soy Yahvé –Oráculo
del Señor Yahvé- cuando yo, por medio de ustedes, manifieste mi santidad a la
vista de ellos. Los tomaré de entre las naciones, los recogeré de todos los
países y los llevaré a su suelo. Los rociaré con agua pura y quedarán
purificados; de todas sus manchas y de todos sus ídolos los purificaré.Yo les
daré un corazón nuevo, infundiré en ustedes un espíritu nuevo, quitaré
de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré
mi espíritu en ustedes y haré que se conduzcan según mis normas.
(Ez 36, 23-27)
LECTURA EUDISTA
EL CORAZÓN DE JESÚS SE
NOS HA DADO PARA QUE SEA NUESTRO CORAZÓN
“Entrégate a Jesús
para entrar en la inmensidad de su Corazón”.
¡Qué excesivos y
admirables son, Dios, tu bondad y tu amor por nosotros! Eres infinitamente
digno de ser amado, alabado y glorificado. Pero como no tenemos corazón ni
espíritu digno y capaz de llenar estas obligaciones, tu sabiduría ha
inventado y tu inmensa bondad nos ha dado un medio admirable para cumplirlas
plena y perfectamente. Porque nos has dado el Espíritu y el Corazón de tu
Hijo, que es tu propio Espíritu y Corazón, para que sea también el nuestro,
según la promesa que nos hiciste por boca del Profeta: Les daré un corazón nuevo y les
infundiré un Espíritu nuevo (Ez
36, 26).
Y para que supiéramos
cuáles eran ese espíritu y ese corazón nuevos que nos prometías, agregaste: Pondré mi Espíritu, que es mi Corazón, en medio de
ustedes. Sólo el Espíritu y el Corazón de Dios son dignos y capaces de amar,
bendecir y alabar a Dios como él lo merece. Por eso, Señor mío, nos diste tu
Corazón, que es el de tu Hijo Jesús, como también el de su divina madre y
los corazones de todos tus ángeles y santos que reunidos for- man un solo
Corazón.
Y tú, que lees estas
cosas, comprende bien que este Corazón se te ha dado para que sirvas y honres
a Dios, y cumplas su voluntad con un gran corazón y un gran amor (2M 1, 3),
es decir, con un corazón y un amor dignos de su infinita grandeza.
Para ello renuncia a tu
corazón, es decir, a tu espíritu personal, a tu voluntad y amor propios; y
entrégate a Jesús para entrar en la inmensidad de su gran Corazón, que
encierra el Corazón de su santa madre y, de todos sus santos, y para
sumergirte en ese abismo de amor, de caridad, de misericordia, de humildad, de
pureza, de paciencia, de sumisión y de santidad.
No te contentes con amar
a Dios con tu pequeño corazón humano: eso es bien poco, por no decir nada.
Ámalo corde magno et animo
volenti, con todo el amor de tu gran Corazón. Cuando te pregunten si lo amas,
contestarás: «Sí, quiero amarlo con todo mi gran corazón y me entrego a él
para este fin». Si amas a tu prójimo y quieres ejercitar con él una obra de
caridad, ámalo y haz por él todo lo que debes con la caridad de tu gran
Corazón. Si es necesario sufrir algo, hazlo en unión de su espíritu de
humildad, de paciencia, de sumisión y de amor. Si vas a cumplir alguna promesa,
donación o sacrificio a Dios, de ti mismo o de alguna cosa, que sea en el
espíritu de amor y de celo de tu gran Corazón. Cuando digas estas palabras- Doy gracias al Señor de todo
corazón (Sal 110, 1) tendrás la
intención de referirte a su gran Corazón. Finalmente, en todas tus acciones renuncia a ti mismo y
entrégate a Jesús para realizarlas en el espíritu y disposiciones de su gran
Corazón.
(San Juan Eudes, El Corazón admirable de Jesús, 3, 2: O.C. VI, 261 -265.)
ORACIÓN EUDISTA
Alégrate, Corazón
santo
Alégrate, Corazón manso
Alégrate, Corazón humilde
Alégrate, Corazón puro
Alégrate, Corazón ferviente
Alégrate, Corazón sabio
Alégrate, Corazón paciente
Alégrate, Corazón obediente
Alégrate, Corazón solícito
Alégrate, Corazón fiel
Alégrate, Corazón fuente de toda felicidad
Alégrate, Corazón misericordioso
Alégrate, Corazón, lleno de amor, de Jesús y de María.
Te adoramos,
te alabamos,
te glorificamos,
te damos gracias.
Te amamos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras
fuerzas.
Te ofrecemos nuestro
corazón, te lo entregamos,
te lo consagramos,
te lo inmolamos.
Acéptalo y poséelo
plenamente, purifícalo,ilumínalo y santifícalo, para que en él vivas y
reines, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
TERCER DÍA
SAN JUAN EUDES Y EL
CORAZÓN DE MARÍA
INTRODUCCIÓN
Conocido es el gran amor
que san Juan Eudes profesó hacia la virgen María,
Madre de Dios. En cualquier cosa podía “dejarse ganar” pero no toleraba que nadie le aventajara en
respeto, confianza y amor hacia Ella. San Juan Eudes presentó al mundo la
persona de María bajo el símbolo del Corazón, el Corazón Admirable, como
gustaba llamarlo.
El ejemplo y la palabra
de san Juan Eudes son para nosotros estímulo permanente. La devoción al
Corazón de María es preciosa herencia de la gran familia Eudista. En nosotros
y por nosotros san Juan Eudes perpetúa hoy su amor y devoción al Corazón de
laVirgen Madre.
SALUDO PRESIDENCIAL
Hermanos, que el amor,
la gracia y la paz de Jesús, el Hijo de María, estén con ustedes.
R/ Y con tu espíritu.
OR ACIÓN
Oh Dios, que elegiste a
san Juan Eudes para anunciar las inescrutables riquezas del amor de Cristo;
concédenos que, movidos por su palabra y por
su ejemplo, crezcamos en la fe y llevemos una vida conforme al Evangelio. Por
Nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo...
R/ Amén.
LECTURA BÍBLICA
Desbordo de gozo en el
Señor, y me alegro con mi Dios: por- que me ha vestido un traje de gala y me
ha envuelto en un manto de triunfo, como a un novio que se pone la corona, o a
una novia que se adorna con sus joyas.
Como el suelo echa sus
brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar
la justicia y los himnos ante todos los pueblos.
Por amor de Sión no
callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que despunte la aurora
de su justicia y su salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu
justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo pronunciado por
la boca del Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real
en la palma de tu Dios.
Ya no te llamarán
“Abandonada”, ni a tu tierra “Devastada”, a ti te llamarán “Mi Favorita”, y a
tu tierra “Desposada”, porque el Señor
te prefiere a ti. (Is 61, 10-62,4)
LECTURA EUDISTA
¿POR QUÉ DEBEMOS HONRAR
AL CORAZÓN DE MARÍA?
“Allegarse al Corazón
de María es encontrarse con Jesús”.
El corazón representa
todo el interior del hombre, pero princi- palmente su amor. Por eso, cuando
honramos al Corazón de María no queremos recordar algún misterio, acción o
cualidad, y ni siquiera la persona dignísima de la Virgen, sino la fuente y el
origen de la santidad de todo ello: su amor y caridad.
Porque este amor
santificó todas sus acciones, las facultades de su espíritu, su vida exterior
e interior, con sus virtudes y per- fecciones. El amor la hizo digna de ser
Madre de Jesús y de to- dos los miembros de Cristo y fuente inagotable de
gracias.
Ustedes, todos los
sedientos, vengan presurosos a beber de esta fuente. ¿Por qué vacilan? ¿Temen
acaso rebajar la bondad de su Redentor cuando les dirige al Corazón de su
madre? Porque María nada es, nada tiene y nada puede sino de Jesús, por él y
en él. Es Jesús el que lo es todo, lo puede todo y lo hace todo en ella.
Y no solamente Jesús
vive y permanece continuamente en el Corazón de María, sino que él mismo es
el Corazón de su Corazón. Por eso, allegarse al Corazón de María es
encontrarse con Jesús; honrar al Corazón de María es honrar a Jesús; invocar al Corazón de María, es invocar a Jesús. Este Corazón admirable es el
ejemplar y el modelo de nuestros corazones; y la perfección cristiana consiste
en llegar a ser imágenes vivas del Corazón santo de María.
Además, así como el
Padre eterno concedió a María concebir a su Hijo primero en su Corazón y
luego en su seno virginal, así también le dio poder de formarlo en el
corazón de los hijos de Adán.
Por eso, ella colabora
en la obra de nuestra salvación, emplean- do con amor increíble este poder
especial. Y como ella llevó y llevará eternamente a su Hijo Jesús en su
Corazón, ha llevado también y llevará siempre con él a todos los miembros
de la divina Cabeza, como a hijos muy queridos y como frutos de su Corazón
maternal que ella presenta como oblación continua a la divina majestad.
(San Juan Eudes, El Corazón admirable de Jesús, 2, 4-5: O.C. VI, 148. 182; 8, 431.)
ORACIÓN EUDISTA
(Ave María, Filia del
Patris) Alégrate, María, Hija de Dios Padre,
Alégrate, María, Madre
de Dios Hijo,
Alégrate, María, Esposa del Espíritu Santo,
Alégrate, María, Templo de la Divinidad,
Alégrate, María, Lirio en el que resplandece la luz indeficiente de la Trinidad.
Alégrate, María, Rosa esplendorosa de encanto celestial. Alégrate, María,
Virgen de las vírgenes, Virgen fiel de la que quiso nacer y alimentarse el rey
de los cielos.
Alégrate, María, Reina de los mártires: tu alma fue traspasada por una espada
de dolor.
Alégrate, María, Soberana del universo; todo poder te ha sido dado en el
cielo y en la tierra.
Alégrate, María, Reina de mi corazón, mi
Madre, mi vida, mi alegría y mi más dulce esperanza.
Alégrate, María, Madre digna de amor.
Alégrate, María, Madre admirable.
Alégrate, María, Madre
de misericordia. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo: Bendita tú entre las mujeres; y bendito Jesús, el fruto de tu vientre.
Y bendito tu esposo
José,
y bendito tu padre Joaquín,
y bendita tu madre Ana,
y bendito tu hijo Juan,
y bendito tu ángel Gabriel,
y bendito el Padre Eterno que te escogió,
y bendito el Hijo que te amó,
y bendito el Espíritu Santo que contigo se desposó.
Y benditos por siempre los que te bendicen y te aman. Amén.
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