viernes, 15 de julio de 2016

Misericordia quiero y no sacrificios

“Quiero que seáis compasivos y no que me ofrezcáis sacrificios”, dice Jesús hoy. Ante una persona necesitada (enfermo, hambriento, refugiado, parado, disminuido…) la única respuesta humana y evangélica es la ayuda y la solidaridad. Lo demás es anteponer intereses personales o grupales. 
Cuando está en juego la vida de una persona lo primero es salvarla y darle un porvenir digno. La ley jamás debe estar sobre el ser humano, pues para Jesús Dios es respetado y honrado cuando cuidamos de los más necesitados. Ya decía San Ireneo: “La gloria de Dios es que el hombre vida”. 
No podemos gastar nuestras fuerzas en cumplimientos de ritos, liturgias y tratados que perjudican a los necesitados… y que sin la misericordia no dicen nada a Dios. Aquí se aplica aquella palabra de Jesús: “que vuestro lenguaje sea si o no”, no caben la ambigüedad y las interpretaciones.
Cuando las doctrinas fundamentalistas se imponen, el corazón se endurece y se olvida de la compasión y la misericordia, y la persona es capaz de matar pensando que da gloria a Dios o que está haciendo un bien a la humanidad. 
Por eso Jesús establece que la ley más importante es ser compasivos y misericordiosos. La bondad de corazón es la gozosa y clara señal de la identificación con Cristo que vino a perdonar y a servir a todos. El Papa Francisco ha dicho: “El nombre de Dios es misericordia”. Y vivir la misericordia, es decir “corazón ante la miseria humana”, es honrar y respetar a Dios, y estar en sintonía perfecta con la vida de Jesús.



Y hay que estar muy atentos “al espíritu fariseo” –la ley por la ley- porque es como un mal crónico que sigue afectando a personas e instituciones religiosas y humanas. Además esa actitud lleva a los cristianos a “absolutizar” ciertas normas inmemoriales que fueron respuesta válida a problemas concretos de otra época, pero que ahora ya no sirven porque han cambiado la realidad y las circunstancias. Todo culto cristiano, personal o público, desvinculado de un compromiso serio y eficiente por el pobre y el excluido será un culto vacío, sin misericordia y farisaico.

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