martes, 6 de septiembre de 2016

San Juan Eudes y la devoción al Corazón de Jesús y de María

San Juan Eudes fue un apóstol del Corazón de Jesús y del Corazón de María en toda la extensión de la palabra. El Romano Pontífice, San Pío X, dijo de él en el Breve de su beatificación: «Pero a los méritos de Juan Eudes para con la iglesia es preciso añadir el de que, ardiendo en singular amor para con los santísimos Corazones de Jesús y de María, fue el primero en pensar, no sin inspiración divina (non sine aliquo divino afflatu), en que se les tributase culto litúrgico. Por lo cual ha de ser considerado como padre de esta suavísima devoción, ya que desde los principios de su Congregación de sacerdotes procuró que entre sus hijos se celebrase la fiesta de los mismos Corazones; doctor, puesto que compuso Oficio y Misa propios en honor de ellos;[7] apóstol, finalmente, por haberse esforzado con todo su corazón en que se divulgase por doquiera este provechosísimo culto»[8]
En su libro El Corazón admirable san Juan Eudes se expresa de esta manera:
«El Corazón adorable de Jesús es el principio y la fuente de todos los misterios y circunstancias de su vida, de todo lo que ha pensado, hecho y sufrido...; es la fiesta de las fiestas, porque su Corazón abrasado de amor es quien lo ha movido a hacer todas estas cosas. Esta fiesta pertenece más bien al cielo que a la tierra, es más bien festividad de serafines, que festividad de hombres»[9].
Va mostrando cómo toda la santidad, gloria y felicidad de los Ángeles y Santos son otras tantas llamaradas del horno intenso del Corazón de Jesús, al igual de las gracias que de continuo se derraman mediante los sacramentos a fin de vivificar y santificar las almas de la Iglesia militante, y, al afirmar que la santa Eucaristía es la más ardiente de estas divinas llamaradas, añade: «Si, pues, se celebra en la Iglesia una fiesta tan solemne en honor de este divino Sacramento, ¡qué festividad no debería establecerse en honra de su Sacratísimo Corazón, que es el origen de todo lo grande, raro y precioso que existe en este augusto Sacramento!10]
Por eso, el Santo, al considerar que Dios había concedido la merced, a él y a su Congregación, de entregarles el Corazón de Jesús y el de María, exclamaba con humilde gratitud:
«No tengo palabras que puedan expresar la excelencia infinita del favor incomprensible que me habéis otorgado, ¡oh Madre de misericordia!, al entregar a mis hermanos y a mí el Corazón adorable de vuestro amado Hijo con el vuestro amabilísimo, para ser el corazón, la vida y la regla viva de dicha Congregación» (11)
Da una idea de lo mucho que San Juan Eudes esperaba de la devoción al Corazón de Jesús y del concepto grandioso que de ella tenía, aquella teoría de los tres diluvios, que él admite en sus escritos. Según ella, tres son los diluvios en el mundo. El primero fue de agua, con el cual la justicia purificó la tierra manchada con los pecados de los hombres, y éste se atribuye a la omnipotencia de Dios Padre. El segundo fue de sangre, con la pasión y muerte de Jesucristo, que satisfizo a la par a la justicia y a la misericordia de Dios, y éste se atribuye al Hijo. El tercero será de fuego y de amor, y será atribuido al Espíritu Santo. Este diluvio está reservado a los últimos tiempos, y vendrá por el Corazón de Jesús.
Sin duda que una idea parecida tenía el Santo en su mente, cuando escribía en el último año de su vida:
«Los innumerables motivos, que nos obligan a tributar nuestras adoraciones y honores al Divino Corazón de nuestro amabilísimo Salvador, con una devoción y respeto extraordinarios, están comprendidos en tres palabras de San Bernardino de Sena, que llama a este amabilísimo Corazón: Horno de caridad ardentísima para inflamar y encender el orbe entero»[12]
Tal vez, bajo la influencia de esta idea, como hace notar el P. Doré, San Juan Eudes representó, en la imagen de Nuestra Señora de los Corazones, los de Jesús y de María bajo el emblema de un horno de amor.
Y es a esa hoguera de amor  adonde acuden los discípulos y las discípulas del Santo a encender sus antorchas para iluminar y encender el universo.
Y, por eso también, su imagen se ha representado tradicionalmente con un corazón en llamas en la mano.




[7] Ya se entiende que la intención del Pontífice no es llamar doctor al Santo sólo por haber compuesto el Oficio y la Misa, sino por esto y por sus muchos escritos sobre el mismo tema.
(8] AAS. 1910, pág. 480.
[9]  Cœur admirable. Méd. 1, 2, 3
[10]  Idem, L. XII, ch.II
[11] Cœur admirable. L. II, ch. III § 12
[12] Le Sacré Cœur de Jésus, cap. XII

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