Un día, Abraham invitó a un mendigo a comer en su tienda.
Cuando Abraham estaba dando gracias, el otro empezó a maldecir a Dios y a decir que no soportaba oír su santo Nombre.
Presa de indignación, Abraham echó al blasfemo de su tienda.
Aquella noche, cuando estaba haciendo sus oraciones, le dijo Dios a Abraham:
“Ese hombre ha blasfemado de mí y me ha injuriado durante cincuenta años y, sin embargo, yo le he dado de comer todos los días. ¿No podías haberlo soportado tú durante un solo almuerzo?”.
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