MES FEBRERO
VENERABLE AMELIA FRISTEL,
fundadora de la Congregación de las Hermanas de los Sagrados Corazones de Jesús
y de María
Amelia, francesa de origen
bretón nació el 10 de octubre de 1798 en san Maló. No tenía todavía tres años
cuando murió su padre, notario de 46 años en San Maló dejando a su esposa con
dos niños y dos niñas, Amelia es la menor.
Desde joven se convirtió en
el apoyo moral de su familia, trabajando en la formación cristiana de sus
sobrinos y sobrinas y así se va abriendo camino hacia la caridad y las obras de
misericordia, que la llevarán a grandes ideales.
En su juventud frecuenta
las asociaciones piadosas de San Maló y de Paramé. Su entrada en la Orden
Tercera del Sagrado Corazón (las personas asociadas frecuentemente
eran llamadas Hijas del Santísimo Corazón de María o Hijas del Sagrado Corazón
o Terciarias del Sagrado Corazón, siempre con relación a la devoción propuesta
por san Juan Eudes) es el acontecimiento determinante que orientará
sus caminos y guiará su obra en la línea de la espiritualidad de la Escuela
Francesa. Esta cofradía, fundada por san Juan Eudes, misionero, fundador y
escritor normando, que vivió de 1601 a 1680, se convirtió en un verdadero
tesoro de espiritualidad y acción pastoral, especialmente en Normandía y en
Bretaña, después de la dispersión de los sacerdotes con motivo de la revolución
francesa.
La tercera eudista
(Sociedad de la Madre Admirable), que exige el voto de castidad, responde a las
aspiraciones de un gran número de mujeres. Amelia es una de ellas. Esta sociedad
le brindó la ocasión de asistir enfermos, de educar niños, de sostener a los «
sacerdotes clandestinos » y de servir a los pobres, permitiéndole continuar su
presencia aún después de su muerte.
Amelia entra en la Tercera
Orden Eudista en otoño de 1822. En 1831, a los treinta años Amelia fue elegida
superiora del movimiento, y en el curso de los años se va dejando conducir por
el espíritu y las obras apostólicas de esta sociedad. Se impregna de la
espiritualidad eudista y la hace la norma de su conducta. Continuar y completar
la vida de Jesús, hacer del corazón de Jesús el centro de la vida, contemplar a
Jesús, que es el Corazón de María, vivir al ritmo de la vida y de las obras
parroquiales, trabajar en la humildad y la sencillez alegre, desplegar una misericordia
ingeniosa, este era el ambiente diario en la casa de Paramé.
Con el tiempo llega a ser
conocida como la Dama de Paramé, con el corazón lleno de proyectos que poco a
poco se van materializando. En 1837, después de la muerte de su madre organiza
un pensionado para responder a personas de necesidad y abre una oficina para
contrarrestar los efectos del desempleo, ofreciendo trabajo y aliviando la
pobreza.
Con la ayuda de las hijas
de la Tercera Orden Eudista y de algunas damas de la caridad se fortalece la
obra. Son administradoras del almacén de ropa reciclada y proveedoras del
Centro Local de Empleo. Gracias a este cruce de caminos de solidaridad para
favorecer a los pobres y excluidos, muchos vuelven a descubrir la costumbre de
trabajar y se benefician de los recursos disponibles para calmar sus
necesidades materiales.
Desde su entrada en la
Tercera Orden, Amelia acaricia otro sueño, entrar en la vida religiosa. Junto
con ella sus compañeras tienen el mismo deseo. En 1849, Amelia y su sobrina
Leocadia intentan convencer al obispo de Rennes que les permita instalarse con
sus hermanas en Paramé un hogar para el servicio de los ancianos.
En agosto de 1852 el
capellán de Nuestra Señora de Chênes conoce al obispo eudista Charles Poirer,
misionero eudista, obispo de Roseau, en la Isla de Dominica, que había fundado
una congregación religiosa inspirada en la Orden Tercera de san Juan Eudes.
Ante esta realidad monseñor Brossais Saint-Marc afirma: “Si en las Antillas
nace una Congregación a partir de la Orden Tercera, ¿por qué no hacer una en
Bretaña?”. El inicio se tiene el 11 de noviembre de 1853 en la capilla de
Nuestra Señora des Chênes, con el nombre de Congregación las hermanas de los
Sagrados Corazones de Jesús y de María. La Congregación se dedica a servir a
los ancianos.
Posteriormente, Amelia
entra en crisis porque el obispo le pide que se encarguen de la enseñanza de
las niñas campesinas. Pero Amelia, buscando cumplir la voluntad de Dios le
confía la decisión a los Corazones de Jesús y de María y, con la ayuda de la
Tercera Orden de san Juan Eudes se inicia este nuevo apostolado. Serán
conocidas como las hermanas de las escuelitas. Otras hermanas se dedican a la
catequesis, al cuidado de los enfermos, de los ancianos y de los necesitados.
MES MARZO.
BEATA MARIA
TERESA DE SOUBIRAN LA LOUVIÈRE, FUNDADORA
Su padre, el conde de
Soubiran, fue un hombre de fe firme y profunda, preocupado por servir a los
pobres. Obtuvo de sus padres una habitación aisladla que transformó en oratorio
en donde pasó largas horas de meditación frente a la imagen del Sagrado
Corazón, sobre la importancia de la vida humilde y del desprendimiento de las
creaturas, sobre el valor del sufrimiento (cruz) y del abandono a la voluntad
de Dios. A los catorce años hizo voto de castidad. Su gran sueño era ser
religiosa carmelita.
A los veinte años renunció
al plan de hacerse monja carmelita para realizar el proyecto de su tío, el
canónigo Luis de Soubiran, de fundar un beguinaje, asociación de mujeres laicas
contemplativas que, sin tener una regla común ni formar una orden, teñían sus
casas cerca a hospitales o iglesias, trabajaban para mantenerse y se dedicaban
a cuidar pobres, leprosos y enfermos en los hospitales. Aunque no miraba con
gusto este género de vida aceptó la propuesta de su tío, tomándola como signo
de la voluntad de Dios. En 1854, junto con unas compañeras inicia el beguinaje,
pero tiene una gran crisis espiritual y deja la dirección espiritual que tenía
con su tío.
Después de un retiro
espiritual, bajo la dirección del jesuita Paul Ginhac, decide convertir su
beguinaje en una comunidad religiosa. En 1864 inicia la nueva comunidad en
Tolosa, Francia, con el nombre de Sociedad de María Auxiliadora, dedicada a la
oración contemplativa y al cuidado de niñas pobres. El 3 de junio del mismo año
escribe en sius Notas Íntimas: Renové a perpetuidad el voto de perfección que
había hecho temporalmente el año anterior. El 7 de junio hice un voto
particular de pobreza, de renuncia absoluta a los bienes… Me comprometí a nunca
tener nada para mí, reconociéndome delante de Dios inhabilitada para poseer
cualquier cosa.. En esta época mi alma se encendió fuertemente por el deseo de
trabajar y de sacrificarme, en cuanto me sea posible, para promover la gloria
de Dios. Comencé a recibir del Señor la gracia de una oración de gran
recogimiento. La sociedad fe creciendo con varias fundaciones, con la ayuda de
la hermana María Isabel Luppé, pero con motivo de la guerra franco-prusiana, la
madre María Teresa tuvo que trasladarse a Londres en 1870.
A su regreso a Francia, con
una nueva asistente y ecónoma general, la fundación crece con siete nuevas
casas. Se incia una etapa de muchas cruces para la madre María Teresa. Hace
unos cuatro meses, Nuestro Señor me manifestó claramente, en lo íntimo del
corazón, que mi misión en la Sociedad había terminado. Algo en mí se
desprendió, se separó y cayó… El Señor me hizo ver que tenía que atravesar
horas dolorosas, y caminar con él bajo esa cruz, que me parecía era de su gusto
y toda para mi bien. Le dije que sí, porque ¿quién puede resistir al amor? Me
fueron dichas estas palabras: “tu misión terminó; dentro de poco no habrá lugar
para ti en la Sociedad, pero yo conduciré todo con firmeza y dulzura”
Acusada falsamente de mala
gestión administrativa por su mismo consejo, la Fundadora de la Sociedad de
María Auxiliadora renunció y tuvo que salir humillada, de su propia
Congregación. Abandonada de los que yo amaba, de aquellos en quienes había
puesto mi confianza, fui rechazada, sin asilo, con la responsabilidad de todo lo
que parecía sucumbir, acusada por todos de las desgracias que estaban por caer
sobre el Instituto de María Auxiliadora, y sin embargo estaba obligada a callar
dejando que todo pesara sobre mí.
Con cuarenta años, sin dote
y expulsada de la Congregación que ella misma fundó no la admitían en otras
comunidades religiosas. Mi alma estaba herida y angustiada de modo indecible…
El irme sin saber a dónde, pues para mí ya no había lugar ni
siquiera en la Sociedad, el irme, adolorida como estaba en el cuerpo y en el
espíritu, y sin nada, gracias a Dios, por el voto especial de pobreza que hice
en 1864 en los ejercicios espirituales de treinta días, todo esto me hacía
estremecer de dolor e indignación.
La madre se fue a
Clermont-Ferrand, al hospital a pedir hospedaje a las Hijas de Nuestra Señora
de la Caridad del Refugio, allí permaneció siete meses a la espera de
reintegrarse a su Instituto de María Auxiliadora. Entonces hace la petición de
admisión al monasterio de Nuestra Señora de la Caridad de París. La superior
del Refugio, Madre M. Del Santo Salvatore Billetout, la admitió “con increíble
caridad”, en el Pensionado San José, en la sesión de “Damas seculares”. Allí
tuvo tiempo para orar, para entrar libremente y estar junto al coro dela
comunidad en la liturgia para hacer pequeños trabajos de costura y de arreglo
de calzado de las niñas. Dios la puso junto a una maestra de gran
virtud, la Madre M. di Sant'Alessio.
En el fondo de su corazón
al pensar que la Sociedad de María Auxiliadora seguía siendo suya. y
haciendo por ella oración y penitencia.
El 25 de diciembre de 1874
pero personas de su instituto interfirieron y como consecuencia se detuvo el
proceso de ingreso. La Beata cayó gravemente enferma. Le aplicaron la
extremaunción y el 29 de junio de 1877 emitió la profesión de los votos con un
cuerpo enfermo. En el noviciado se encontró con la desconfianza de
la maestra de novicias. Desempeñó diversos cargos humildes pero siempre
persistió un espíritu de sospecha y de desconfianza. Finalmente se enfermó pero
aún en medio de la enfermedad fue objeto de malos tratos. Sufrió hasta el
final. El 7 de junio de 1889 el Señor la recibió en su reino.
La imagen de la fundadora
fue dejada en limpio y rehabilitada por la nueva superiora de la Sociedad de
María Auxiliadora, Isabel de Luppè en 1890, un año después de la muerte de la
madre María Teresa de Soubiran. La Madre María Teresa de Soubiran,
fundadora y autora de Notas Espirituales, fue beatificada por Pio XII el 20 de
octubre de 1946. Sus reliquias reposan en la casa del Instituto de María
Auxiliadora en Villepinte (Seine-et-Oise).
MES ABRIL.
SANTA
JUANA(MARÍA DE LA CRUZ)JUGAN (1792-1879)
Nació en Cancale (Bretaña,
Francia), el 25 de octubre de 1792, en plena tormenta revolucionaria. Fue la
sexta de una familia de ocho hijos. Su padre, pescador, como la mayoría de los
hombres de su región, desapareció en el mar cuatro años más tarde. Su madre se
quedó sola para mantener y educar a sus cuatro hijos (otros cuatro habían
fallecido de pequeños).
De su madre y de su tierra
natal Juana heredó una fe viva y profunda, un carácter firme, una fuerza de
alma que ninguna dificultad podía hacer titubear. Como consecuencia del clima
político y de las dificultades económicas, Juana no pudo ir a la escuela.
Aprendió a leer y a escribir gracias a las terciarias eudistas, muy extendidas
en la región, que le enseñaron el catecismo. Siendo aún niña, rezaba el rosario
mientras guardaba el ganado en los altos acantilados que dominan la bahía de
Cancale, en un marco de belleza que eleva y engrandece el alma. De vuelta a su
casa, ayudaba a su madre en las tareas domésticas. A los 15 años, se iba a
trabajar a cinco kilómetros de Cancale a una casa señorial; junto con la
propietaria salía al encuentro de los más necesitados. Al ser ella misma pobre,
percibía la humillación que sentían los pobres a los que "asistía".
Juana tuvo la certeza de
que Dios la llamaba a su servicio. Por eso dejó sin esperanza a un joven
marinero que la pidió en matrimonio y al que dijo: "Dios me
quiere para él. Me reserva para una obra desconocida, para una obra que aún no
está fundada". Trabajó durante seis años de ayudante-enfermera, e ingresó
en la Tercera Orden del Corazón de la Madre Admirable (eudista), donde
descubrió el cristianismo del corazón: "No tener más que una
vida, un corazón, un alma, una voluntad con Jesús". Hizo la experiencia de
una vida a la vez activa y contemplativa, centrada en Jesús. Desde entonces,
sólo tenía un deseo: "Ser humilde como lo fue Jesús". Por
motivos de salud, dejó el hospital y fue acogida por una amiga terciaria, la
señorita Lecoq, a la que sirvió durante doce años, hasta su muerte en 1835.
Una tarde de invierno de
1839, Juana encontró a una pobre anciana, ciega y enferma, que acababa de
quedarse sola. Conmovida, sin dudar un segundo, la tomó en sus brazos, le dio
su cama y ella se instaló en el desván. Esta fue la chispa inicial de un gran
fuego de caridad. A partir de entonces, nada la detuvo. En 1841 alquiló un
local en el que acogió a doce ancianas. Varias jóvenes se unieron a ella. En
1842, adquirió —sin dinero— un antiguo convento en ruinas, donde muy pronto
albergaría a cuarenta ancianos. Para poder hacer frente al problema económico y
animada por un Hermano de san Juan de Dios, salió a la calle con un cesto en el
brazo, se hizo mendiga para los pobres y fundó su obra confiando en la
Providencia de Dios. En 1845, recibió el premio "Montyon", que la
Academia Francesa otorgaba como recompensa al "francés pobre que haya
hecho durante el año la acción más virtuosa". Siguieron las fundaciones de
Rennes y Dinan en 1846, la de Tours en 1847, la de Angers en 1850, por
mencionar sólo aquellas en las que Juana participó, ya que pronto la
congregación se extendió por Europa, América y África y, poco después de su
muerte, por Asia y Oceanía.
En 1843, cuando Juana
volvió a ser elegida superiora, el padre Le Pailleur, consejero desde los
comienzos de la obra, inesperadamente y con su sola autoridad anuló la elección
y nombró a Marie Jamet (21 años) en su lugar. Juana vio en ello la voluntad de
Dios y se sometió. Desde ese momento y hasta 1852, sostuvo su obra por medio de
colectas, yendo de casa en casa, animando con su ejemplo a las jóvenes hermanas
sin experiencia, y obteniendo las autorizaciones oficiales necesarias para el
desarrollo del instituto.
En 1852, el obispo de
Rennes reconoció oficialmente la congregación y nombró al padre Le Pailleur
superior general de la misma. Su primer acto fue llamar definitivamente a Juana
Jugan a la casa madre, donde vivió retirada los últimos veintisiete años de su
vida. ¡Misterio de ocultamiento! Durante todo ese tiempo, las jóvenes hermanas
ni siquiera sabían que ella era la fundadora. Pero Juana, viviendo entre las
novicias y postulantes, cada vez más numerosas a causa de la extensión de la
obra, transmitía con su serenidad, su sabiduría y sus consejos el carisma de la
congregación que ella había recibido del Señor.
Murió el 29 de agosto de
1879, después de haber pronunciado estas últimas palabras: "Padre
eterno, abrid vuestras puertas, hoy, a la más miserable de vuestras hijas, pero
que tiene un deseo tan grande de veros... ¡Oh María, mi buena Madre, ven a mí!
Tú sabes que te amo y cuánto deseo verte".
La congregación contaba
entonces con 2400 religiosas y 177 casas repartidas en tres continentes.
"Si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere,
da mucho fruto".
Fue beatificada por san
Juan Pablo II el 3 de octubre de 1982.
MES MAYO.
SANTA MARÍA EUFRASIA
Rosa Virginia Pelletier
nació el 31 de julio de 1796 en Noirmutier, una pequeña isla al Oeste de
Francia, donde se vivía un época de luchas religiosas muy fuertes.
Fue la octava de nueve hermanos. Julián, su padre, fue médico y su madre, Ana,
fue hija de un médico; uno y otro católico convencido y tradicionalista.
Por el ambiente de guerra
que le rodeó, le administraron el bautismo en secreto. Luego su madre contrató
una maestra particular para su educación. Le fue duro perder a su hermana
como a su padre. Por eso viajó a Tours para estudiar en un internado.
En este sitio, PaulineLignac, fue quien influyó en su crecimiento humano y
cristiano. A sus dieciséis años perdió a su hermano y a su madre; otra
experiencia difícil para su vida.
Junto con sus compañeras,
Rosa Virginia, conoció “El Refugio”. Se trataba de una obra dirigida por
las religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, quienes fueron fundadas en 1641
por el Padre Juan Eudes. Con esta obra el fundador quiso que muchas
mujeres perdidas en la prostitución experimentasen el amor de Dios.
Las experiencias en El
Refugio coincidieron con las aspiraciones de Rosa Virginia. Con permiso
del tutor y consentimiento de la familia, el 20 de octubre de 1814, Rosa
Virginia ingresó a la Comunidad de Nuestra Señora de la Caridad.
Tomó el nombre de
Eufrasia. Se desempeñó en la catequesis, en la limpieza y el resto del
tiempo lo empleó en la lectura de las Sagradas Escrituras. Llegó su
profesión religiosa, hizo con el alma los tres votos clásicos de pobreza,
obediencia y castidad, unidos al cuarto voto genuino de la congregación: “el de
consagrarse a la salvación de las almas”. Pero al pronunciar el cuarto
voto sitió cómo la misericordia predicada por San Juan Eudes fue el argumento
de su vida religiosa.
Lo más sorprendente fue su
nombramiento de superiora a solo 29 años edad. Fue una situación difícil,
mas sus hermanas le ayudaron a aceptar y se preocupó por conducirlas al
misterio de Dios. Vio cómo muchas jóvenes no se consagraban por la
condicionante de su pasado oscuro y lleno de pecado. Entonces, tomó las
reglas de Santa Teresa y el hábito de las Carmelitas y con doce jóvenes formó
la primera comunidad de las “Magdalenas”.
Pasó el tiempo y la casa de
Tours era llena de vida y se sentía un ardor que deseaba propagarse por todo el
mundo. La solución eran nuevas fundaciones, pero todos se
opusieron. Sin embargo, María Eufrasia viajó a Angers y con la ayuda del
conde de Neuville abrió una nueva casa el 31 de julio de 1829, en lo que fue
una fábrica con el nombre de “Buen Pastor”.
El Conde de Neuville pensó que era necesaria una estructura nueva, ya que la
casa de la comunidad de María Eufrasia era muy pequeña; entonces le ayudó a
construir una casa más grande. En 1833 ya eran 58 novicias. A
partir de ello, María Eufrasia, ideó el “Generalato”. De esta forma
Angers fue el lazo de seguridad que las mantendría unidas cuando se dispersasen
por cualquier parte del mundo. Ahí fue el único noviciado.
Esto trajo protestas del
Vaticano. Pero la obra creció por toda Francia. Por eso María
Eufrasia expresó: “En realidad, yo no tenía riquezas, ni talento, ni nada de lo
que atrae exteriormente; lo único que tenía era amor a las personas y las amé
con todas mis fuerzas”. En 1835 el cardenal Odescalchi le remitió la noticia de
la Aprobación del Generalato. Desde ese momento la comunidad se llamó
Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor de Angers.
En los 38 años siguientes
trabajó sin descanso en Angers, para responder a las demandas llegadas de todo
el mundo. En 1851 se celebró el Capítulo General con delegadas de 47
casas. Aquí María Eufrasia fue reelegida General. Para ese tiempo
su salud se fue resquebrajando, a veces no podía ni caminar, pero recibir la
eucaristía le daba vida, luz, fuerza y valor para continuar con su misión.
Llegó un momento en el que se sintió muy mal, por eso pidió le administrasen
los últimos sacramentos. Recibió la eucaristía, renovó sus votos y pidió
perdón a la comunidad y a cada una en particular por las penas y el mal ejemplo
que pudo dar. Expresó perdón también a quienes le ofendieron.
A las hermanas que le
rodearon las despidió consciente: “os ruego que viváis siempre unidas. Si
nace entre vosotras alguna divergencia, compadeceos, perdonaos
mutuamente. Amad mucho al Instituto, prometedme que lo sostendréis
siempre; no temáis, yo me voy a Dios, pero desde allí os ayudaré más que en la
tierra..., sobre todo, permaneced unidas al papa y al cardenal Protector.
Es verdad que por mi adhesión a Roma he tenido que sufrir, pero muero feliz por
haberle sido fiel... Cuidad con esmero de las jóvenes y de nuestras niñas”.
El día de Pascua dijo:
“Nuestro Señor ha resucitado y yo estoy todavía en el Calvario. Cúmplase
su Santa Voluntad”. El 24 de abril de 1868, a las 6 de la tarde, María
Eufrasia, se fundió en un abrazo con la eternidad.
Sus palabras
· “Mis queridas hijas, os dejo como mi testamento el amor a la cruz y el celo por
la salvación de las almas”.
· “Si os amáis siempre y os ayudáis mutuamente, podréis realizar maravillas”.
· “Dos cosas son esencialmente necesarias, amadas hijas: el espíritu interior y
el amor al sufrimiento”.
· “De mí no quiero que se diga en adelante que soy francesa... soy de todos los
países donde hay almas que salvar”.
MES JUNIO
JUAN EUDES SE ALOJA EN UN
TONEL
Esa miseria iba a
acrecentarse repentinamente. Una noticia sembró el pánico: de nuevo había
llegado la peste. Cobró sus víctimas en 1630, se calmó con los primeros fríos
del invierno y luego reapareció mucho antes de la primavera de 1631. Juan
Eudes, como en 1627, decidió comprometerse personalmente. Cuando quisieron
disuadirlo contestó sonriendo que nada temía porque ¡él era peor que la peste!
En la ciudad las
precauciones contra el contagio eran estrictas. Por ejemplo, un decreto del
Parlamento había previsto, en 1629, medidas rigurosas para el correo que
llegara de alguna ciudad víctima de la epidemia: “en cuanto a los paquetes de
cartas o mensajes se impregnarán con humo de semillas de laurel, de enebro o de
ramas de romero o se sumergirán con su envoltura en vinagre o aguardiente; en
caso de que los paquetes sean de gran tamaño se expondrán al vapor de vinagre
hirviente durante media hora...” .se daba muerte a perros y gatos, y, sobre
todo se separaban drásticamente los enfermos de los sanos: se les sacaba de la
ciudad con sus familias. Los curados no podían regresar a sus casas por lo
menos antes de cuarenta días .
Como Juan Eudes asistía a
los enfermos, no podía permanecer en los sectores sanos. Decidió, pues, vivir
en la misma forma que aquellos que recibían su ayuda. A estos se les aislaba en
praderas, resguardados dentro de los inmensos toneles, pues había entonces,
especialmente en las abadías normandas, “cubas y toneles de gran tamaño” . Esto
se usaba también en otras partes: todavía puede verse en el museo diocesano de
Trento (Italia) una pintura votiva en la que se evoca la peste de 1630,
coincidente exactamente con la misma fecha. Representa una pradera
delante de la muralla de la ciudad, sembrada de toneles en los que habitan los
apestados. En la misma forma hubieran podido representarse las praderas de
Saint-Gilles, en el valle del Orne pertenecientes a la abadía de las Damas. Fue
allí donde Juan Eudes, invitado por Madame de Budos, estableció sus cuarteles.
Allí oraba, dormía, comía; y se cuenta que la misma abadesa venía allí
personalmente a servirle sus alimentos.
El superior del Oratorio de
Caen era, en ese entonces el P. Répichon, el mismo que en 1622 había hecho
donación de su hermosa casa para alojar la comunidad y había entrado enseguida al
Oratorio, más o menos al mismo tiempo que Juan Eudes. Muy cercano a loa pobres,
él también quiso asistir a los apestados, confesarlos, prepararlos a bien
morir. En esas circunstancias tuvo ocasión de “dar la absolución”, como él
mismo lo atestigua, a unos cuarenta protestantes .
También Juan Eudes asistió
al menos a un viejo hugonote moribundo. Este fue, al parecer, el primer
protestante cuya “conversión” acogió.
Pero el P. Répichon y otros
dos oratorianos fueron a su vez alcanzados por la peste. Juan Eudes regresó a
la casa, junto al lecho de sus hermanos enfermos. Quiso cuidarlos, prestándoles
todos los servicios corporales que se acostumbra prestar a los enfermos, y
asistirlos espiritualmente. El superior y uno de los padres murieron en sus
brazos; el otro se restableció (abril de 1631).
Caen vivía por entonces
momentos dramáticos. La peste arrastraba consigo un cortejo de miseria; el
hambre de los pobres aumentaba. El “alto precio del trigo” provocó un nuevo
levantamiento, en marzo-abril de 1631. Los insurgentes se dirigieron “al
mercado del trigo y a las casas y tiendas de algunos panaderos y en dicho
mercado tomaron y repartieron al que se presentara, el trigo y el grano que
allí había”. Como consecuencia, fueron reglamentados los precios del trigo, de
la cebada y de la avena. A un panadero de Froide-Rue que intentó vender trigo
malo a cincuenta sols (lo mismo que sou, centavo), el celemín, “le rompieron y
derribaron” la casa . (Celemín: 4, 625 l.)
Juan Eudes, presente y
participante en esta dura realidad, agotado, cayó a su turno gravemente
enfermo. Se temió por su vida.
Muchos oraron por él. Las
benedictinas de la abadía de las Damas, claro está, pero también las
carmelitas. Bérulle había fundado el carmelo en Caen un poco antes del Oratorio
de la misma ciudad, en 1616. Así que las religiosas estaban muy ligadas a los
oratorianos. Al tener noticia de la enfermedad del joven sacerdote Eudes, le
escribieron (6 de mayo de 1631). La carta empieza tranquilizándolo: “Hemos
sabido que usted siente gran temor de que lo arranquemos de las manos de Dios.
Pero no, ¡no tema nada! (...) Es demasiado dulce y agradable estar entre las
manos de Padre tan bondadoso!”. Así que le impedirán que muera pero lo
encomendarán “a nuestro único y queridísimo Jesús”. Juan Eudes no murió. Se
restableció y salió más vigoroso de esta prueba.
Y, sobre todo, al
comprometerse así, en dos ocasiones, al servicio de los apestados, había hecho
opciones decisivas que marcarían toda su vida. Se había dejado penetrar, hasta
sus raíces, por el Evangelio de Jesús.
MES JULIO. SIERVO DE DIOS
RAFAEL GARCIA HERREROS (1909 – 1992)
El padre Rafael García
Herreros Unda fue un sacerdote católico, eudista, que se destacó en Colombia,
durante el siglo XX, por sus palabras y acciones en pro de una nación justa,
equitativa y en paz, a partir del encuentro personal con Jesucristo, revelador
de Dios y dador de su Espíritu; y por su obra social y evangelizadora “El Minuto
de Dios”.
Nació en Cúcuta el 17 de
enero de 1909, el tercero de siete hijos del General Julio César García
Herreros y doña María Unda, quienes le inculcaron fervorosa piedad y profundo
amor patrio. Estudió la primaria en el Colegio de las Hermanas de la
Presentación y en el Colegio Provincial, en su ciudad natal; y el bachillerato
en el Seminario Menor de Pamplona. Cursó la filosofía y la teología en el
Seminario eudista de Usaquén, Bogotá, entre 1928 y 1934. Posteriormente,
perfeccionó sus estudios en Filosofía y Sociología en Roma (Italia) y Friburgo
(Suiza) entre 1950 y 1952.
Se incorporó a la
Congregación de Jesús y María, padres eudistas, en 1932 y el 19 de agosto de
1934 fue ordenado sacerdote, en Bogotá, por el arzobispo Paolo Giobe, nuncio
apostólico. En la comunidad ejerció su ministerio presbiteral, primero en la
formación de sacerdotes, de 1934 a 1950 y de 1952 a 1954, en los seminarios de
Santa Rosa de Osos, Jericó, Mérida (Venezuela), Pamplona, Miranda, Cartagena y
Cali, principalmente como profesor de Filosofía y de Lenguas clásicas (latín y
griego); y después, en la dirección y realización de obras sociales y
evangelizadoras.
Rafael García Herreros fue
un sacerdote convencido de su ministerio y enamorado del sacerdocio de
Jesucristo; fiel a la Iglesia Católica y atento a las directrices del
Magisterio, llamó a los creyentes a vivir de una manera concorde con su fe.
En su tarea evangelizadora
y de promoción vocacional, el padre Rafael desplegó gran actividad literaria
con sus “Cuentos”, de los que publicó unos 250 a lo largo de su vida, y muchos
otros escritos: obras teatrales, vidas de santos, crónicas, oraciones, páginas
espirituales, etc. Reflejó su experiencia mística y su vivencia interior en sus
conversaciones, predicaciones, enseñanzas y escritos, recogidos en libros y
folletos que han alcanzado varias ediciones, y presentados en la colección de
sus Obras Completas (han visto la luz 24 tomos, con temas como: Dios,
Jesucristo, el Espíritu Santo, la Iglesia, la Virgen María, el cristiano, Colombia,
la paz, la justicia social, entre otros).
La primera inquietud del
padre Rafael siempre fue amar y servir a Dios. El padre Rafael amaba
profundamente la Palabra de Dios, que siempre leía y que impregnaba sus
predicaciones.
En 1946 comenzó en Cartagena
su actividad radial, con el programa “La hora católica”. En 1950 inició,
también en Cartagena, el programa radial “El Minuto de Dios”, que transmitió
desde Cali en enero de 1952, desde Medellín en septiembre de 1954 y desde
Bogotá en diciembre de 1954. En enero de 1955, empezó la transmisión de “El
Minuto de Dios” por televisión, el programa vigente más antiguo de la
televisión colombiana, a través del cual durante 38 años habló acerca de Dios,
del hombre y de la patria.
Cartagena fue testigo de la
devoción del padre García Herreros a la Virgen María, en especial bajo la
advocación de la Virgen del Carmen. A él se debe la estatua en mármol de la
Virgen del Mar, en la Bahía de Cartagena que, encargada a Italia, fue
entronizada en el baluarte de San Lorenzo el 16 de julio de 1958; 25 años
después fue trasladada a la bahía, como era la idea original, y el 16 de julio
de 1983 el arzobispo Carlos José Ruiseco y el padre García Herreros
inauguraron, con una procesión de veleros, el monumento.
El padre Rafael fue un
predicador que llamó permanentemente a los colombianos a la conversión, a la
entrega personal a Jesucristo por la acción del Espíritu Santo, al compromiso
cristiano, a vivir especialmente los sacramentos del bautismo y del matrimonio.
La Conferencia Episcopal Colombiana le otorgó, el 27 de agosto de 1981, la
medalla Inter Mirifica “por su infatigable labor al frente del programa el
Minuto de Dios, con todo lo que supone de labor social y evangelizadora”.
La experiencia comunicativa
y el interés por la restauración de los valores cristianos en el país llevaron
al padre Rafael García-Herreros a fundar una emisora en Bogotá y a desarrollar
el trabajo de El Minuto de Dios a través de los medios de comunicación social.
En 1987, con la bendición del señor Cardenal Mario Revollo, salió al aire la
Emisora Minuto de Dios (107.9 FM estéreo), “una emisora para la gloria de
Jesucristo”, con programación cultural y evangelizadora, que fue la semilla de
nuevas emisoras. De 1955 a 1958, el padre García Herreros fue director de la
revista Cathedra, para sacerdotes.
En 1955 inició la atención
a los pobres, la erradicación de tugurios y la construcción de viviendas, en
Bogotá. En 1956 comenzó el barrio Minuto de Dios, al que el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) consideró modelo de erradicación de la
pobreza. Evangelizador y catequista, el padre buscó que el barrio fuera una
comunidad cristiana organizada, solidaria y progresista, erigida como parroquia
San Juan Eudes en 1965, por decreto del señor Cardenal Luis Concha. El P.
García Herreros fue nombrado párroco, servicio que desempeñó hasta su muerte.
Desde allí ejerció un liderazgo espiritual que se extendió por toda Colombia,
impulsando la Renovación Carismática de la Iglesia Católica en el país.
Propició la realización de retiros para sacerdotes, concilios de jóvenes,
congresos de evangelización y conformación de grupos y comunidades de oración.
En la parroquia florecieron diversos movimientos apostólicos, como Cursillos de
Cristiandad, grupos neocatecumenales y, sobre todo, la Renovación Católica
Carismática.
Dotado de sensibilidad ante
la belleza, el padre creó, en 1966, elMuseo de Arte Contemporáneo, con el
propósito de apoyar a artistas jóvenes y hacer accesible el arte y la cultura a
personas y familias de todos los estratos sociales. En 1971 se construyó el
Teatro Minuto de Dios, de manera que el barrio se fue convirtiendo en una
ciudadela educativa y cultural, “maqueta de la futura Colombia, proyecto de una
ciudad ideal”.
En 1958, se obtuvo la
personería jurídica de la Corporación El Minuto de Dios, como entidad sin ánimo
de lucro, comprometida en el desarrollo integral de la persona humana y de las
comunidades marginadas, que ha podido proveer 70 mil viviendas, nuevas o
mejoradas, beneficiando a unos 350.000 habitantes, es decir, el equivalente a
un municipio intermedio de Colombia. Esta labor se extendió por todo el país,
especialmente ante desastres naturales: en 1983, en la reconstrucción de
Popayán; en 1985, el padre Rafael lideró la respuesta de los colombianos por la
tragedia de Armero: construcción y desarrollo social en Lérida, Guayabal y
Chinchiná; en 1987, ante los deslizamientos en Villa Tina (Medellín) se
construyó el barrio Héctor Abad Gómez; en 1989 se inauguró el Barrio de las
Reinas, en Cartagena; etc. El Minuto de Dios hizo presencia, además, en Managua
en 1972 y en Guatemala, en 1976, luego de los terremotos en esas ciudades.
Los programas de vivienda y
organización comunitaria y los proyectos de atención en desastres se siguen
desarrollando en El Minuto de Dios, complementados con programas de atención a
población vulnerable, capacitación para el trabajo, asesoría en creación de
microempresas, microcréditos, etc.
El interés del padre García
Herreros por el bienestar de las familias cristalizó en esfuerzos por crear
empleos: fomentó la industria artesanal y la apertura de talleres de
ebanistería, tapetes y artículos de cuero y dio origen a una empresa de
confecciones para generar empleos y capacitar operarios; esta entidad,
constituida actualmente como corporación industrial, ofrece asesoría y
capacitación a instituciones para reducir costos, crear puestos de trabajo e
industrializar procesos
En 1956, el padre Rafael
inició la fundación de escuelas en la periferia de Bogotá; en 1958 fundó el
Colegio Minuto de Dios, que ha dado lugar a la creación de 18 colegios y siete
jardines infantiles, en diversas ciudades del país, que hoy atienden cerca de
25.000 estudiantes. En 1988 fundó la Corporación Universitaria Minuto de Dios
para formar profesionales competentes, éticos y socialmente responsables, que
actualmente tiene presencia en 42 municipios de Colombia y brinda educación a
más de 75.000 alumnos, con programas técnicos, tecnológicos, profesionales y de
posgrado. A ellos se suman otros cursos de educación no formal que ofrece El
Minuto de Dios, de manera que son más de cien mil personas las beneficiadas con
programas de educación.
La preocupación del P.
Rafael por las clases marginadas y menos favorecidas del país hizo que en 1963
entrara a La Motilonia e iniciara el trabajo de cristianización y civilización
de los indígenas Bari. Éste y otros esfuerzos evolucionaron hasta la creación
de la Fundación de Asesorías para el Sector Rural – Fundases, que provee
tecnología limpia para la mejora de la producción agrícola y ganadera, la
purificación de aguas y la protección del medio ambiente. Por otra parte, el
padre García Herreros apoyó la creación de la Fundación Eudes, que atiende a
personas que viven con VIH y Sida.
El padre Rafael se
comprometió en los procesos de paz realizados en Colombia. Visitó, en compañía
de miembros del Gobierno, La Uribe, en 1985. Colaboró en la entrega de Pablo
Escobar a las autoridades. Y se comprometió en la liberación de varios
secuestrados, entre ellos Maruja Pachón y Francisco Santos. Ese proceso minó su
salud, lo que indudablemente apresuró su muerte. El sufrimiento de los
colombianos presos en cárceles extranjeras lo llevó a trabajar, en la última
etapa de su vida, por su repatriación.
El padre García Herreros se
caracterizó siempre por ser un hombre creativo, innovador, y por hacerlo todo
en el nombre del Señor. Empleó la inventiva especialmente para buscar
alternativas de solución en la erradicación de la pobreza. En 1961 ideó y
realizó el primer Banquete del Millón, “la cena más rica y más pobre del
mundo”, para obtener recursos y financiar las obras sociales, evento que se
instituyó en Colombia y se sigue celebrando. A lo largo de los años realizó
campañas para invitar a los católicos y a los colombianos en general a ejercer
la responsabilidad social con sus compatriotas necesitados.
Pobre y generoso, el padre
Rafael vivió siempre en sencillez y austeridad, como puede observarse en los
artículos de su uso personal. Por sus manos pasó mucho dinero, del cual no
reservó nada para sí. Vivió siempre la caridad, en el desprendimiento de las
cosas materiales en favor de los otros y en su compromiso por ayudar a las
personas y por transformar las estructuras sociales, aplicando la doctrina
social de la Iglesia Católica.
A lo largo de su vida, el
padre Rafael recibió muchos reconocimientos y condecoraciones, entre ellos la
Cruz de Boyacá y la Cruz de San Carlos, de la Presidencia de la República y la
Orden Civil al Mérito “Ciudad de Bogotá”, de la Alcaldía Mayor de Bogotá. En
varias ocasiones, especialmente en 1991, su nombre fue postulado para el Premio
Nóbel de la Paz. Al recibir de la Televisora Nacional, en 1956, el “Nemqueteba
de Oro”, expresó: “Lo único que ambiciono es un modesto premio a los ojos de
Dios”.
El padre García Herreros
falleció en la casa cural del Minuto de Dios, en Bogotá, en la noche del 24 de
noviembre de 1992, mientras en el Hotel Tequendama se celebraba el 32º Banquete
del Millón.
El testimonio sacerdotal de
su vida fue siempre intachable y su recuerdo perdura en el corazón de sus
hermanos de comunidad, de sus discípulos, de los habitantes del barrio, de las
familias beneficiadas a través de los programas que realizó y también en el
corazón de los colaboradores y los benefactores de la obra que inició.
MES AGOSTO.
SAN JUAN EUDES
¿JUSTICIA O MISERICORDIA?
Juan Eudes nos ha dejado
muy escasas confidencias. Cuando sorpresivamente hace alguna, debemos recogerla
cuidadosamente. Pues bien, hay una, muy personal, a la que dio, de manera
inesperada, carácter público, al utilizarla como conclusión para uno de sus
libros. Su mensaje nos remite a una experiencia que vivió probablemente a fines
de 1641 o comienzos de 1642. Escuchémoslo con atención, porque nos revela un
aspecto de aquel “fervor del Espíritu” (Ro 12, 11) con que vivió ese período
crucial de su existencia.
Podemos leerlo en un opúsculo cuya redacción había terminado en julio de 1642:
“Advertencias a los confesores misioneros” ( ). Por él nos damos cuenta de que
el predicador de las misiones atravesó un período de incertidumbre y de
búsqueda: él que tantas veces acogía a los pecadores en “el tribunal de la
penitencia” como entonces se decía, ¿cómo debería comportarse para atraerlos a
Dios (...)? ¿Usar la dulzura o el rigor? ¿O mezclar ambas cosas? Juan
Eudes reflexionó y oró. Se dirigió a la Virgen María como a su refugio
habitual. También juzgó que debía pedir a otros que oraran por él. Pero ante de
que hubiera hablado con nadie, nuestra Señora le envió un “mensajero”, en el
que podemos reconocer a la campesina María de Vallés: Hermano mío, nuestra
Madre le envía, le hace decir, esta instrucción santa y hermosa. Cuando
usted predique, ármese de cañones y de mosquetes para fulminar el pecado; pero
cuando hable con un pecador en particular debe ser sólo dulzura y benevolencia.
(Y tal vez para un temperamento un tanto áspero y apasionado de lo absoluto,
como el suyo, esos consejos eran de verdad útiles): Usted debe considerar a
quienes se hallan en pecado, como pobres enfermos (...) que merecen gran
compasión... Ante todo invitará con mansedumbre al pecador a descubrir sus
llagas, excusándolo cuanto le sea posible, compadeciéndolo, tratando de
penetrar en su espíritu y en sus sentimientos, y casi justificándolo. Luego es
preciso lavar (sus llagas) con vino tibio (...) es decir, mostrándole
grandísimo afecto y hablándole con caridad y cordialidad... Enseguida tomar
aceite con una pluma y untarlo suavemente en las llagas del enfermo. La pluma
es la Sagrada Escritura. La santa Virgen le ordena, sobre todo que tenga gran
cuidado de no llevar jamás vinagre consigo. Se trata de una orden: ¡vinagre...
jamás!
Juan Eudes recogió este mensaje liberador y lo hizo suyo. Lo consignó,
textualmente, al final del opúsculo que publicó para utilidad de los
confesores. Quince años más tarde lo reasumirá, en forma menos personalizada,
como conclusión de su libro El Buen Confesor.
Dentro del gran movimiento de renovación espiritual en ese comienzo de siglo,
Juan Eudes hizo una opción decisiva. Como otros, él también anhelaba ser testigo
de la santidad de Dios y de las exigencias de la alianza bautismal. Pero, a
diferencia de algunos, comprendió, después de una crisis, que debía ser, sobre
todo, el testigo de la misericordia del Padre. Por los mismos días en que
acababa de aparecer en Lovaina (en 1640) y luego en Francia (1641), el gran libro
póstumo de Jansenio, el Augustinus, y mientras Antonio Arnauld, discípulo de
Saint-Cyran y hermano de Angélica, la abadesa de Port-Royal, meditaba la
composición de su riguroso tratado La comunión frecuente, que iba a ser, en
Francia, como el manual del jansenismo naciente; cuando muchos de sus hermanos
no ocultaban su simpatías por la austera exigencia de los “discípulos de san
Agustín” (los que pronto serían llamados “los jansenistas”), Juan Eudes,
después de un período de vacilación, aunque se hallaba muy próximo a ellos por
una parte de si mismo, sin renunciar a ninguno de los requisitos de una
verdadera renovación espiritual, sin renegar de san Agustín, optó por la
misericordia ( )
Y no es casualidad que esta lucha interior y este opción hubieran tenido lugar
en el preciso momento ( ) en que fundaba la casa del Refugio para las mujeres
prostitutas, en que meditaba asociarse a nuevos compañeros para formar
sacerdotes y en que se maduraban en él nuevas intuiciones espirituales que iba
a traducir con el signo del Corazón. Al compás de sus opciones y de sus
progresos comprendía cada vez mejor que Dios se revela en plenitud en el
corazón amantísimo de Jesucristo, que es también el corazón de María su madre.
MES SEPTIEMBRE.
BEATOS
MÁRTIRES EUDISTAS
BEATO
CHARLES-ANTOINE-NICOLAS ANCEL Y LOS MÁRTIRES DE LOS PONTONES DE ROCHEFORt
Por rehusarse a hacer el
sermón de juramento a la, aprobado oficialmente el 12 de julio de 1790, 829
sacerdotes van a cambiar la historia de los “Pontones de Rochefort”
Constitución Civil del Clero. La mayoría vienen de las diócesis del norte de
Francia, serán detenidos, a partir de abril de 1794, en dos
barcos: los Dos Asociados y el Washigton que debían zarpar
para Guyana. Confinados espantosas en condiciones de hacinamiento e
insalubridad, muy pronto los prisioneros fueron víctimas de una epidemia de
tifo. Desembarcados el 20 de agosto en un hospital de campaña instalado
en la isla Madame, 254 prisioneros morirán en el lapso de dos meses. Los 310
sobrevivientes serán embarcados de nuevo en navíos para pasasr el
terrible invierno de 1794-1795. Transferidos a Saintes en febrero de 1795,
serán liberados y devueltos a su ministerio. En total, 547 sacerdotes
perecieron a bordo de la Charante, esto es, aproximadamente dos tercios de los
prisioneros.
El Papa Juan Pablo II
rindió homenaje a du inquebrantable confianza en Dios, a la ayuda mutua que
testimoniaron en medio de las peores pruebas, y al profundo sentido de Iglesia
que los animó, al beatificara a 64 de ellos en Roma, en octubre de 1995.
Charles-Antoine-Nicolas ANCEL, eudista de Lisieux, fue uno de ellos. Deportado
sobre los Dos asociados, murió el 29 de julio de 1794
Una de las reliquias de
esas horas, el «Cristo sin brazos », fue tallado con una navaja. Con relación a
esto, testimonia un sacerdote deportado: «Los enfermos se aferraban la cruz
rústica que un enfermero les había hecho de prisa y como pudo. Abrazando este
signo de nuestra salvación expiraban con el beso del salvador». «Si somos los
más desgraciados de los hombres, somos les más bienaventurados de los
cristianos» afirmó uno de los sacerdotes deportados.
Resoluciones redactadas por
los sacerdotes detenidos en el barco les DeuxAssociés: “No se entregarán a
inquietudes inútiles sobre su liberación; sino que se esforzarán por sacar
provecho del tiempo de su detención, meditando sobre sus años pasados, tomando
santas resoluciones para el futuro, a fin de encontrar, en el cautiverio de sus
cuerpos, la libertad de su alma (...) Si Dios permite que recuperen, en todo o
en parte, esa libertad por la que suspira la naturaleza, evitarán entregarse a
una alegría exagerada, cuando escuchen la noticia. Conservando un alma
tranquila, mostrarán que han soportado sin murmuración la cruz que les
impusieron y que estaban dispuestos a soportarla aún por un tiempo más largo,
con valentía y como verdaderos cristianos, que no se dejan abatir por la
adversidad. Si se tratara del tema de devolverles sus derechos, no mostrarán
ninguna avidez para reclamarlos, sino que harán con modestia y con exacta
verdad la declaración que les podrían pedir; recibirán, sin quejarse, lo que
les sea dado; acostumbrados, como deben estarlo, a despreciar los bienes de la
tierra y a contentarse con poco, a ejemplo de los apóstoles.
No darán satisfacción a los
curiosos que puedan encontrar en su camino; no responderán a las preguntas
vanas que les hagan a cerca de su pasado; les dejarán entrever que padecieron
sus sufrimientos con paciencia, sin contarles los detalles, y sin mostrar
ningún resentimiento contra aquellos que fueron los autores y los instrumentos
de tales sufrimientos (...) Se condenarán al silencio más severo y más absoluto
con relación a los defectos de sus hermanos y a las debilidades que hubieran
podido tener por su vergonzosa situación, el mal estado de su salud y la
prolongación de su sufrimiento; conservarán la misma caridad para todos los que
tengan una opinión religiosa diferente a la suya; evitarán todo sentimiento de
rechazo o agresividad, contentándose con lamentarlos interiormente, y
esforzándose por llevarlos al camino de la verdad por medio de la dulzura y la
moderación. No mostrarán ningún pesar por la pérdida de sus bienes, ningún
procedimiento para recuperarlos, ningún resentimiento contra los que ahora los
poseen. De ahora en adelante, juntos tendrán un solo corazón y una sola alma,
sin discriminación de personas y sin distanciarse de ninguno de sus hermanos,
bajo ningún pretexto. No se inmiscuirán en las noticias de la política,
contentándose con orar por la felicidad de su patria y de prepararse para una
vida nueva, si Dios permite que regresen a sus hogares, y convertirse en
personas que edifiquen a los demás y en modelos de virtud para los pueblos, por
su desprendimiento del mundo, su dedicación a la oración y su amor por el
recogimiento y la piedad”.
MÁRTIRES EUDISTAS EN PARÍS:
FRANCISCO LUIS HÉBERT, FRANCISCO LEFRANC, PEDRO CLAUDIO POTTIER
Entre los días dos (2) y
tres (3) de septiembre de 1.792 en el Convento de los Carmelitas en Paris,
convertido en prisión y lugar de tortura, mueren asesinados cerca de 120
clérigos, entre obispos y sacerdotes de manos de verdugos y criminales del
régimen revolucionario. Se les persiguió sin tregua, se les prohibió la
celebración de los sacramentos, predicar; en suma, se les conculcaron todos sus
derechos religiosos. El Convento de los CARMELITAS DESCALZOS fue confiscado y
convertido en prisión de todos ellos. En uno de los pasillos del convento
se improvisó una oficina notarial, muy cerca de la entrada a la escalera
que desciende hasta la huerta del convento. A los sacerdotes que juraban la
constitución civil del clero los dirigían a un lugar en el mismo piso, a los
que se negaban los hacían descender por la escalera. A la salida de la escalera
los esperaban de lado y lado de la puerta, soldados armados con picas y
bayonetas, que los iban masacrando. Allí murieron LOS TRES BEATOS
MARTIRES EUDISTAS, con más de un centenar de clérigos, entre obispos,
sacerdotes y religiosos.
Estos Mártires fueron
beatificados por S. S. Papa Pio XI el 17 de octubre de 1926.
MES OCTUBRE
SIERVO DE DIOS MONS. MIGUEL
ANTONIO SALAS SALAS (1915-2003), primer obispo eudista de Venezuela
Monseñor Miguel Antonio
Salas Salas, tiene el 29 de Septiembre de 1915como fecha natalicia,
coincidiendo con la festividad del Arcángel de las MiliciasCelestiales, en un
lugar llamado La Pradera, Sabana Grande, sitio con un trasfondo demajestuoso e
idílico paisaje que cuando se proyectan los rayos solares, se ve la
neblina,humo del frío, reflejándose en el verde césped, donde pasta el ganado
tranquilamente.Es ahí donde él retorna retirado ya de su vida laica.
Hijo del hogar de Francisco
Antonio Salas y Juana Salas de Salas, fue celebrado suBautismo en este
Santuario, el 2 de Octubre de 1915. Fueron padrinos: Luís y LuisaSalas, que
presumimos eran sus tíos. Ofició lacedemonia el cura párroco de entonces,Presbítero
Acacio de la Trinidad Chacón Guerra. Que placer nos ocasiona recordarlocuando
64 años después, Miguel Antonio va a ocupar la silla Episcopal de la
Arquidiócesisde Mérida de quien lo bautizó, Monseñor Chacón Guerra, originario
de la aldea tachirense Loma Verde, Municipio Lobatera (N. 8 de Junio de 1884).
Sus estudios. Su primaria la hizo en la aldea natal, e
inspirada por la voluntad divina y determinó suacercamiento a las aulas, pues,
por entonces, sólo uno entre los niños varones de cadacasa (generalmente el
mayor) era admitido en la escuela.Así, a los 7 años empezó a asistir a la
Escuela Pública de Sabana Grande signada con elmNo. 49, regentada por el
maestro Francisco Orozco. En ella estaba – ropa limpia,bandera en mano – cuando
pasaron por la aldea el 24 de Julio de 1925, los primerosautomóviles marca Ford
que llevaban a los comisionados enviados por el General JuanVicente Gómez, para
inaugurar la carretera trasandina, o sea, hace 81 años, y 5 días,que aún
transitamos tanto para ir de la capital de la República al Táchira, como a la
frontera.
La vocación sacerdotal.
Miguel Antonio, acompañaba a sus padres los domingos cuando iban a La Grita, y
llamóla atención por su inteligencia e interés por superar sus conocimientos,
al sacerdotePresbítero José Antonio Sánchez. Éste le tomó simpatía y “descubrió
en él madera útil”.Cuando el Presbítero Sánchez fue trasladado a Ejido (Estado
Mérida) le solicitó a lospadres dejárselo llevar consigo para que prosiguiera
allí su formación. Les resultó difícilsepararse de su hijo, pero aceptaron, sin
tener que arrepentirse más tarde de aquelladecisión. Había surgido su vocación.
Síntesis:
1931 – Cursó 5to. Y 6to. en
la Escuela “Monseñor Jáuregui”.
1934 – Ingresa al Juniorato
de Kermaría (“Valle de María” en Bretón”) en la Grita, Padres
Eudistas.
1936 – Seminario Valmaría,
Usaquén (Bogotá – Colombia). Padres Eudistas, cursa:Noviciado, Filosofía y
Teología. Culmina con la Licenciatura de Sagrada Teología,Universidad Javeriana
de Bogotá.
1940 – Se incorpora
canónicamente como Miembro de la Congregación de Jesús y María.
1943 – Recibe en Bogotá la
Ordenación Sacerdotal, convirtiéndose en el primersacerdote Eudista venezolano.
Profesor de Teología dogmática en el Seminario de SantaRosa de Osos (Colombia)
(Centro de formación sacerdotal) Padres Eudistas.
1946 – Traslado al
Seminario Santo Tomás de Aquino, San Cristóbal, (Estado Táchira) –Rector de
dicho Seminario. Se inauguró el Seminario mayor, el segundo en el país.
1954 – Al hacerse cargo de
la Congregación de Jesús y María del SeminarioInterdiocesano de Caracas, es
Rector hasta 1960. Ejerció las Cátedras de TeologíaDogmática e Historia de
Venezuela.
1960 - Fue enviado a
proseguir estudios a parís (En la Sorbona).
1961 – Preconizado como
sexto Obispo de Calabozo (Estado Guárico) por su SantidadJuan XXIII, primer
Obispo Eudista de Venezuela.
1961 – Consagrado en Roma,
por el Cardenal José Humberto Quintero Parra, Arzobispode Caracas, en su
Iglesia titular de San Gregorio en Monte Celio.
1961 – Tomó posesión de su
sede llanera (Calabozo). Fue promovido por Su SantidadJuan Pablo II como
titular de la Arquidiócesis de Mérida. Y no detallamos su laborpastoral
extraordinaria para no alargarnos mucho.
1979 – Tomó posesión de la
sede Arzobispal de Mérida, como su quinto Arzobispo. Entrelas tantas obras
realizadas reabrió el Seminario mayor Arquidiocesano.
1982 – Funda la Televisora
Andina de Mérida (TAM).
1985 – Remoza el Diario El
Vigilante. Preparó y recibió la visita de Su Santidad JuanPablo II a Mérida. Se
empeñó en la terminación de la Capilla Universitaria de Mérida.
1991 – Retorna a La
Pradera; contaba 76 años y 2 meses de edad, en la pequeña plazaque se extiende
frente a la Iglesia de Nuestra Señora de Los Dolores, en Sabana Grande.¡Que
recibimiento de todos los habitantes de la aldea, sus vecinos! Fue la primera
vez ensu vida que ejerció funciones parroquiales.
1995 – La Municipalidad de
Jáuregui, le erigió un Busto, en la Plaza Bolívar de Sabana Grande, con ocasión
de cumplir 52 años de vida sacerdotal y 80 años de vida.
1995-96 – Restauró
totalmente en su aspecto original y embelleció el Templo que datade 1848,
edificado por el presbítero Ignacio Ramón Duque, cuando fue Vicario foráneode
La Grita, ulteriormente, con ayuda de los feligreses y bajo la dirección de
laArquitecto Aura María Omaña de Méndez.
2003 – La Asamblea nacional
aprobó un acuerdo de duelo por unanimidad, por la laborsocial desarrollada y
reconocida en los Estados Táchira, Guárico y Mérida.
2004 – En la octogésima
primera Asamblea Ordinaria del Episcopado venezolano,presidida por Mons.
Baltazar E. Porras Cardozo, según el boletín de prensa emitido el 5de enero de
2004, se reproduce su texto: “Durante el segundo semestre de 2003, unavez
concluida la Asamblea de julio, fallecieron los venerados Hermanos Mons. Pío
BelloRicardo, Obispo Emérito de Los Teques el 27 de Julio y Monseñor Miguel
Antonio Salas,Arzobispo Emérito de Mérida, el 30 de Octubre. Fueron servidores
insignes del Evangelioy sembradores de esperanza. Durante esta Asamblea los
encomendaremos en la diariaEucaristía”. Como Epílogo consideramos que su vida y
obra ha sido y seguirá siendo un ejemplo que enaltece tanto a la Iglesia
Católica como a sus Pastores.
MES NOVIEMBRE
BEATA MARIA DEL DIVINO
CORAZÓN DROSTE ZU VISCHERING (1863-1899)
La beata María del Divino
Corazón nació condesa DrostezuVischering el 8 de septiembre de 1863, en el
Erbrostenhof (palacio de corte) de Münster (Westfalia). Esta ciudad había sido
hasta el siglo XIX un principado eclesiástico del Sacro Imperio, cuya administración
temporal había recaído en los señores de Wulfhelm, de antigua nobleza, que
ostentaban el cargo hereditario de “Droste” desde 1241 con el castillo de
Vischering (cuyo nombre adoptaron más tarde) y su comarca como feudo. La
familia siguió la suerte del obispado a lo largo de todas sus vicisitudes: la
rebelión anabaptista de 1534, los horrores de la Guerra de los Treinta Años
(1618-1648), la Paz de Westfalia (que, de acuerdo con el principio cuius regio
eius et religio, garantizó que Münster sería exclusivamente católica), la
secularización del Imperio (con la incorporación a la protestante Prusia) y las
guerras napoleónicas. Dos de sus miembros eclesiásticos se distinguieron en la
defensa de los derechos de la Iglesia: CasparMaximilian (1770-1846), obispo de
Münster, y su hermano Clemens AugustDrostezuVischering, (1773-1845, en la
foto), arzobispo de Colonia. El primero se opuso en el Concilio “nacional” de
París de 1810 al cautiverio de Pío VII, pidiendo a Napoléon su liberación; el
segundo –uno de los protagonistas de los Disturbios de Colonia– protestó contra
la opresión de los católicos por el gobierno prusiano, lo que le valió el
arresto domiciliario en el castillo familiar de Darfeld.
También la parentela
materna de María aportó personajes de gran relieve eclesiástico. El
obispo-príncipe Cristoph-Bernhard von Galen (1606-1678) fue un gran campeón de
la Contrarreforma, esforzándose por la aplicación de los decretos del concilio
de Trento en su diócesis de Münster. El padrino de bautizo y tío abuelo de
aquélla fue nada menos que monseñor Wilhelm Emmanuel von Ketteler (1811-1877),
el “obispo social” de Maguncia, que descubrió su vocación por el impacto que
tuvo en él la actuación anticatólica del Estado prusiano con motivo de los
disturbios de Colonia e instauró el llamado “catolicismo social” en Alemania
(de hecho, sus escritos sirvieron de inspiración a Albert de Mun para
extenderlo a Francia). El obispo auxiliar de Münster, monseñor MaximilianGereon
von Galen (1832-1908), hermano de la madre de María, combatió la Kulturkampf de
Bismarck. Primo de ésta, en fin, fue el también beato Clemens August von Galen
(1878-1946), el “León de Münster” que se opuso enérgicamente al régimen nazi y
a su política de eugenesia. Como se ve, la tradición familiar era de un
convencido y militante catolicismo.
Al igual que muchos de sus
antepasados, María era muy enérgica y voluntariosa, lo que puso de manifiesto
ya desde su más temprana edad. Se la describe como una niña muy vivaz, casi
impetuosa, con explosiones impulsivas que denotaban una fuerte voluntad propia.
Ella misma escribirá que tuvo que aprender a dominar su carácter. En
contrapartida, poseía un corazón profundamente sensible y una gran delicadeza
de espíritu, que hacían de ella una persona muy generosa para con los demás. Su
sentido de la responsabilidad la llevaba a ser coherente hasta el final en todo
lo que emprendía. Su infancia la pasó en el castillo familiar de Darfeld en un
entorno doméstico tradicional impregnado de dignidad, de sentido del deber, de
afabilidad y de piedad. Los padres, Clemens von Vischering y la condesa Elena
von Galen, constituían un ejemplo de matrimonio cristiano y bien avenido,
alejado por igual del cinismo aristocrático y de la fría formalidad burguesa.
Tuvieron diez hijos, a los que supieron dar una cabal educación religiosa sin
caer en la gazmoñería ni en la superficialidad: eran gentes de una fe profunda
y vivida. María era la gemela de Max, viniendo ambos después de la primogénita.
Cómo llegó a convertirse en
devota del Sagrado Corazón de Jesús es algo que no lo precisa en sus memorias.
En casa de sus padres no faltaban sus imágenes, por lo que debió familiarizarse
desde muy pequeña. Además, en la capilla del castillo solía solemnizarse los
primeros viernes de mes mediante la exposición del Santísimo Sacramento. A este
respecto, escribe María en sus memorias que nunca concibió esa devoción
separada del culto a la Eucaristía. Cuenta también que a los diez u once años
un sacerdote le regaló una medalla del Corazón de Jesús que llevó siempre
consigo y ya nunca la abandonó. Hizo la primera comunión el 24 de abril de
1875, con once años (en esta época aún se retrasaba hasta prácticamente la
adolescencia la recepción de la hostia consagrada, práctica que vendría
felizmente a cambiar san Pío X en 1910). Como recuerdo de ese día le regalaron
un pequeño crucifijo y una imagen de la Virgen que había enviado desde su
prisión en Ostrowo el obispo de Posen, monseñor Ledochowsky, víctima de la
Kulturkampf, que por esos años arreciaba.
María creció en una época
de fuerte contestación contra la Iglesia y el Papa en Alemania por causa de la
agresiva política anticatólica del canciller Bismarck, pero en su casa la
adhesión al vicario de Cristo era inquebrantable. Sus padres habían realizado
en 1867 una peregrinación a Roma, siendo recibidos por el beato Pío IX (odiado
por los liberales), al que testimoniaron personalmente en audiencia su
fidelidad a toda prueba. Este episodio de la crónica familiar ejercería un
permanente influjo en María y sus hermanos. Cuando recibió el sacramento de la
confirmación, el 8 de julio de 1875, sabía ella lo que debía dar de sí todo
cristiano en testimonio y defensa de su fe. Inmediatamente después de recibir
la unción con el santo crisma y la palmada del obispo en su mejilla, sintió que
se despertaba en ella la vocación religiosa, aunque aún tardaría en discernir
el camino preciso de su entrega a Dios.
En 1879, debido a la
persecución bismarckiana, fue enviada a Austria para ampliar su educación, en
régimen de internado, en un convento: el de las Religiosas del Sagrado Corazón
de Riedenburg, en el Tirol, cerca a Bregenz y el lago de Constanza. La vida
sedentaria y apacible del pensionado no casaba con su temperamento vivo y su
natural inquieto. Esto y el alejamiento de su familia (de la que hasta entonces
nunca se había separado) constituyeron al principio una dura prueba para María.
Pero logró superarla y concibió por sus profesoras y compañeras un gran afecto,
que era correspondido. Para ella se trató de un período de grandes gracias del
cielo, pero sobre todo, de afianzamiento de su vocación –al ver el ejemplo de
la vida de las religiosas– y de incremento de su devoción al Corazón de Jesús
(la cual había recibido un gran impulso cuando en la Pascua de 1876 había
viajado a París con sus padres y orado como peregrina al pie de la capilla
consagrada a Él en Montmartre y que debía dar lugar a la grandiosa iglesia del
Sacré Coeur). Escribe al respecto: “En Riedenburg he aprendido a entender que
el amor al Sagrado Corazón de Jesús sin espíritu de sacrificio es sólo una vana
presunción”. También se acrecentó su devoción mariana, habiendo entrado a
formar parte de la pía unión de las Hijas de María el 8 de diciembre de 1880.
Al acabar sus dos años y
medio de pensionaria en Austria, volvió a casa de sus padres, no sin un
sentimiento de pena al tener que abandonar Riedenburg que tanto le había
aportado espiritualmente. En el castillo de Darfeld comenzó a llevar una vida
metódica y retirada. No sólo se dedicó a completar su instrucción mediante el
aprendizaje de los secretos de la economía doméstica y la administración y lo
que por entonces se llamaba artsd’agrément y constituían la preparación de toda
señorita de rango (el piano, el canto, los idiomas, etc.), sino también
entregándose al estudio y a la adquisición de una sólida cultura. Quiso
aprender latín, en el que veía la lengua de la Iglesia, para poder gustar mejor
de los tesoros de la liturgia católica, especialmente el misal y el oficio
divino. El capellán de Darfeld la ayudó en su empeño y María llegó a ser capaz
de traducir todo el Nuevo Testamento (a excepción del Apocalipsis), en un
ejercicio a la vez literario y de exégesis. Hasta ella llegaron los ecos de la
actividad parlamentaria de su padre, que era diputado del recién fundado
Zentrum (el partido católico) en el Reichstag desde 1879. Comprometido como se
hallaba en la defensa del clero perseguido, ello no pudo por menos de encender
en la joven DrostezuVischering un vigoroso entusiasmo, que la llevó a declarar
a sus padres su inclinación a la vida consagrada y su intención de entrar en
religión. Fue esto el día de la Virgen de las Nieves, el 8 de agosto de 1882.
Antes había hecho un retiro en Münster para mejor conocer su vocación, ayudada
por el jesuita R.P. Hausherr. Como era de esperar, obtuvo el consentimiento de
sus progenitores, felices de ofrecer a Dios a una de sus hijas, pero debido a
su salud delicada, su padre decidió que esperase hasta cumplir los veintiún
años.
En 1883 quiso entrar en el
convento de las Hermanas de San José en Copenhague, ciudad que visitó y donde
la superiora fijó su ingreso para el año siguiente, a fin de cumplir con la
condición impuesta por su padre. Sin embargo, en el invierno de aquel año su
salud se resintió hasta el punto que hubo que aplazar la fecha de la entrada.
Entretanto, María hizo voto privado de virginidad el día de Navidad de 1883.
Esta situación se prolongó por cinco años debido a la crudeza de los sucesivos
inviernos, que la debilitaban considerablemente. hastaque pudo hacer realidad
su ideal de servir a Dios en una congregación, María debió pasar por un período
de padecimientos físicos y luchas interiores. Esto, lejos de apartarla de sus
propósitos de perfección, templó su espíritu. En Darfeld llevó una vida
prácticamente monacal mientras esperaba el momento propicio para ir al
convento. Sin embargo, no sería a Copenhague: la Providencia le tenía reservado
otro destino.
MES DICIEMRE
PADRE JOSÉ TRESSEL
(1862 – 1947)
José Miguel Tressel nació en Santa María, del
cantón de Redon (Ille et Vilaine), el 29 de septiembre de 1862. Cerca de su
casa se levantaba el seminario San Gabriel de la Roche du Theil. Creció a la
sombra de los eudistas pues desde niño empezó a frecuentar el seminario,
llevado de la mano de su tía Juana, hermana eudistina, y en su parroquia de
Santa María fue monaguillo.
Dirigían los eudistas en
Redon el colegio San Salvador. Allí fue matriculado José. Se distinguió como
alumno sobresaliente, en especial en la lengua latina que llegó a dominar incluso
haciendo composiciones en versos ajustados a la exigente prosodia de esa
lengua. También se expresaba con facilidad en esa lengua. Obtuvo el título de
bachiller en letras. Esta preparación le será valiosa para su futura misión de
profesor en los seminarios de Colombia.
No es de extrañar que, al pensar en seguir la vocación sacerdotal, entrara
entre los eudistas. En 1880 hizo su ingreso a la probación. Cumplido el tiempo
para ser incorporado fue admitido en la comunidad el 8 de febrero de 1884. Dos
años más tarde, el 22 de junio de 1886, fue ordenado presbítero en Rennes,
siendo ministro de la ordenación el cardenal Place.
Colombia. Apenas pasadas
las vacaciones de agosto recibió la obediencia de viajar a Cartagena. Sólo tres
años atrás habían llegado los primeros eudistas a asumir la dirección del
seminario de esa diócesis. Tenía vocación de formador de sacerdotes y en ese
ministerio gastará la vida, en Colombia, con total entrega durante 61 años.
Partió de Burdeos, junto con el P. José María Fouyard, con quien viviría una
larga y fecunda amistad. Llegaron a Sabanilla el 1º de octubre y esperaron
barco para seguir a Cartagena. En el viejo claustro de Santo Domingo, que algo
les recordaba el austero San Salvador de Redon, encontraron al venerado P.
Teodoro Hamon, el 24 de octubre de 1886.
Pasado un tiempo de aclimatación y aprendizaje del español, fue designado para
desempeñar el cargo de coadjutor de la parroquia de Mompós. Allá llegó con el
párroco, Padre Francisco Dufouil, pionero de la primera hora. El 28 de enero de
1888 fueron recibidos por Luis Germán Ribón, personaje de la ciudad, uno de los
fundadores de toda esa valiosa cultura del río Magdalena, hoy muy estudiada por
los sociólogos. El P. Tressel recordará con nostalgia por mucho tiempo los viajes por el río en
canoa, en búsqueda de las agregaciones, para evangelizar y celebrar los
sacramento.
El P. Tressel, por su misma contextura física, que reveló siempre cierto toque
infantil, no era hombre para enfrentar, con fuerza, ciertas situaciones. De
estatura pequeña, aire bondadoso, voz suave, prefirió apelar a las armas
del afecto, la paciencia, la escucha, la espera. Su instrucción elemental fue
paciente y reiterada. Sus clases amenas, llevadas con buen talento pedagógico
le conquistaron aprecio.
Formador de sacerdotes.
Dedicó todo su ministerio en Colombia a esa misión. Incluso en los dos años que
estuvo en Mompós su presencia allí tenía como objetivo principal orientar a los
recién ordenados en la vida sacerdotal y ministerial. En Pamplona, Santa Fe de
Antioquia, Santa Rosa de Osos, Jericó, e incluso en el seminario de San José de
Usaquén, cumplió con dedicación incansable esta labor. Muchos sacerdotes lo
recordaron siempre como su fundador ejemplar. Todo concurría a esta labor en su
vida de eudista. Las clases de dogma, las conferencias y charlas llenas de
enseñanza, de calor y convencimiento y, sobre todo, el ejemplo de una vida
sacerdotal irreprochable dejaron huella imborrable en sus alumnos.
Insistió en la enseñanza y la exhortación incansable, a través de pláticas y
conferencias, llenas de claridad, sobre los compromisos sacerdotales. Esta obra
empezó a dar frutos. Un joven que ya hacía parte del seminario mayor, cautivado
por la obra de la Congregación y por el testimonio irreprochable de sus
formadores, pidió la entrada a la familia eudista. Se trataba de Joaquín García
Benítez. Con el correr del tiempo será ilustre, como obispo de Santa Marta y
como arzobispo de Medellín.
La sociedad del Corazón de
la Madre Admirable. En su acompañamiento pastoral había conocido en
Pamplona a señoras interesadas en la formación espiritual y el apostolado. Vio
el momento providencial para fundar, a comienzos de 1903, la Sociedad del
Corazón de la Madre Admirable, conocida como las eudistinas. Durante muchos
años será un centro floreciente, activas sobre todo en el apoyo a la obra del
seminario. Estaba convencido el Padre Tressel de la necesidad del apoyo espiritual
de la oración en la obra de la formación. Recordando lo pasado en Pamplona
decidió apoyar, también en la ciudad de Santa Fe de Antioquia, la ya
establecida, orden tercera eudista de la Sociedad del Corazón de la Madre
Admirable (eudistinas). Su cometido especial sería el de apoyar desde la
oración el trabajo de los eudistas en el seminario.
En vacaciones recorrió
varias parroquias, incluso distantes, a varias jornadas de caballo, y
fundó en ellas centros de la Sociedad. Estuvo en Yarumal, Santa Rosa de Osos,
el lejano Ituango. Cada año visitaba de nuevo esos centros. No escatimaba
fatigas para ir a predicarles retiros y animarlas sobre todo en la misión de
cooperar con su oración en la obra de la formación de sacerdotes. No eran
centros numerosos. En cada lugar sólo unas quince o veinte señoras, viudas o
célibes, lo escuchaban y seguían su labor formadora.
Cuando años más tarde, a
partir de 1932, fue trasladado a Jericó, a pesar de sus ya muchos años siguió
incansable y convencido en este ministerio. Muchos pueblos del suroeste
antioqueño, como Jardín, Támesis, Andes, tuvieron fervorosos grupos de
eudistinas, muy entregadas, con su oración y ayudas, a la causa eudista
de la formación de sacerdotes.
Espiritualidad eudista.
Tuvo igualmente el gozo de celebrar la noticia de la beatificación de san Juan
Eudes en 1909. Buen conocedor de la vida y la obra del santo fundador escribió
una serie de artículos en El Diocesano, órgano oficial de la diócesis. Hizo
énfasis en lo que entonces era debatido y negado por no pocos: la primacía
histórica de san Juan Eudes en el culto litúrgico de los Sagrados Corazones.
Más tarde reunió estos escritos dispersos en un folleto apropiado, ampliamente
difundido en su medio.
Haciendo eco a la
Archicofradía de Nuestra Señora de las Victorias de París, promovió una acción
en la diócesis para pedir al papa san Pío X la consagración del universo al
Corazón Purísimo de María. Hizo una petición apropiada y obtuvo que 60.000
fieles adultos de la diócesis firmaran el documento. Una vez presentado el
saludo de rigor al Papa, con ocasión de su jubileo sacerdotal, añadía: “Séanos
permitido acompañar estos parabienes con una súplica que, sabemos, será del
agrado de su corazón, lleno de amor a la Virgen María. Cupo la gloria a su
ilustre predecesor, León XIII, de consagrar el universo al Corazón de
Jesús. Nosotros deseamos que la Madre sea asociada a los honores del Hijo. Le
pedimos, reverentes, tenga a bien, para honor de la Madre de Dios y la
salvación del mundo consagrar igualmente el universo al Corazón Santísimo de
María...” En esto se mostraba muy digno hijo de san Juan Eudes. Años más tarde,
será Pío XII el que cumpla este acto en honor del Corazón de María. El P.
Tressel, en su ancianidad, será testigo gozoso de ello.
Devoto ferviente de san
Juan Eudes, animado de afecto filial profundo, tuvo el gozo de asistir a la
canonización de su querido fundador. Fue invitado a Roma a la ceremonia de la
canonización el 31 de mayo de 1925. Estuvo muy cercano al Papa y fue designado
para participar en la procesión que presentaba ofrendas especiales al Sumo
Pontífice con ocasión de la canonización.
La reliquia de san Juan
Eudes. Al hacer memoria del P. Tressel imposible no hablar de este dato de su
vida. Su devoción al entonces beato Juan Eudes, lo llevó a tener consigo una
reliquia del fundador. Se recordaba quizás de que el P. Eudes había dicho que
“las reliquias de los santos son reliquias del Cuerpo místico de Cristo”. Lo
acompañaba esta reliquia en sus correrías apostólicas. Llegaba a alguna parroquia
y hacía un pequeño altar donde colocaba la reliquia para veneración de los
fieles.
Muchas gracias especiales
se atribuyeron a su intercesión. La revista francesaLes SaintsCoeurs publicó
varias veces testimonios de favores recibidos del P. Eudes por mediación de la
reliquia, que el P. Tressel aplicaba a enfermos y necesitados. Al tiempo iba
infundiendo por doquier afecto y devoción al santo fundador de los eudistas.
Venían muchos peregrinos a pedirle les aplicara la reliquia. Lo hacía siempre
con bondad inagotable. Añadía el regalo de una medallita del santo. Y
acompañaba el momento con una exhortación cálida a la práctica de la vida
cristiana, a acudir a la confesión y a la comunión.
Nunca persiguió el lucro ni
la popularidad. Gratis lo han recibido, denlo gratis recordaba la palabra del
Señor en el texto de san Mateo. No hubo siempre consenso comunitario sobre esta
actividad del P. Tressel. Algunos pensaban que alteraba la tranquilidad de la
vida del seminario. Cuando llegó a Jericó hizo una correría por varias
parroquias de la diócesis. Llevaba consigo la reliquia, un fragmento
óseo, en un pequeño relicario. Empezó tal romería de fieles que la
entrada del seminario se hizo insuficiente. Pasó a congregar a los fieles en la
catedral y hubo incluso de atender en la plaza pública. Se pensó que si bien
había hechos extraordinarios también no pocos inventaban milagros para atraer
multitudes y aprovecharse económicamente con viajes, hoteles, restaurantes.
Ante la agria división de
la comunidad de Jericó, en abril de 1938, el superior provincial, P. Esteban Le
Doussal creyó que debía intervenir y llamó al Padre Tressel a Bogotá. Se le
prohibió aplicar la reliquia. En Jericó el dolor por su partida fue grande. En
Bogotá estuvo un mes y de allí recibió la obediencia de trasladarse a Santa
Rosa de Osos, como director espiritual del seminario. Allá había llegado la
fama del Padre y pronto fue buscado por numerosos fieles venidos de las parroquias
vecinas y alejadas. En San Francisco, donde las Clarisas, en el templete de
Nuestra Señora de las Misericordias se agolpaban enfermos y necesitados para
que se les aplicara al menos la medalla de san Juan Eudes, pues el Padre,
obediente como siempre, dejó de aplicar la reliquia. Es de notar que nunca las
autoridades diocesanas de Jericó, Santa Rosa e incluso Medellín, pidieron la
intervención de los superiores del Padre, ni a favor ni en contra. El miércoles
9 de noviembre de 1938 fue el último día en que el Padre atendió con su
inalterable paciencia y bondad a los fieles. Ese día amaneció enfermo y no pudo
asistir al templo. Fue trasladado a Medellín donde también muchos acudieron a
pedirle favores. Fue internado en el hospital San José donde pasará los últimos
años de su vida terrena.
Últimos años. A partir del
miércoles 9 de noviembre de 1938 el Padre Tressel no pudo imponer más la
medalla de san Juan Eudes a los enfermos. Su salud se deterioró y fue necesario
llevarlo a Medellín. Los eudistas no tenían en ese entonces ninguna residencia
en la capital de Antioquia. Su entrada les fue negada y la capital se les hizo
esquiva a pesar de que frecuentemente debían pernoctar allá de paso para San
Pedro, Jericó o Santa Rosa. El hotel Bristol era su punto de referencia y la
posada preferida.
El Padre Tressel fue
llevado al hospital San Vicente. Las Hermanas de la Presentación lo acogieron
con solicitud y veneración. Hubo de ser intervenido quirúrgicamente el 3 de
diciembre. Repuesto rápidamente tuvo ánimos para ir Sopetrán a finales de
diciembre a predicar a las eudistinas. Pensó que el clima frío le vendría bien
y subió a Santa Rosa. Pero el 3 de febrero de 1939 debió regresar al hospital
ya en forma definitiva. Pagó su pensión y prestó servicios espirituales sin hacer
caso a su debilidad: Confesión, atención de moribundos, últimos sacramentos.
Celebró la Eucaristía diariamente. Su vista se fue debilitando y debió hacer
uso del privilegio de celebrar, de memoria, la misa de Nuestra Señora, todos
los días.
Ya en agostó de 1946 le fue
imposible volver a celebrar la misa. Debió guardar cama durante varios meses.
El 18 de enero de 1947 sufrió una bronquitis y se agravó. Y el 21 de enero
entró en la casa del Padre de los cielos.
Digno hijo de san Juan
Eudes hizo del sacerdocio su preocupación fundamental. Vivió intensamente su
ser sacerdotal, su ministerio, su espiritualidad propia. “Enseñó a los
seminaristas y a los sacerdotes las virtudes más que con las palabras, con su
ejemplo. Conocimos su fe viva, su perfectísima obediencia, su espíritu de
profunda religión, su encendida caridad... Encerrado en su alcoba, pobre y
austera, parece que temiera que el ambiente exterior le impidiera pensar y
vivir en Dios. Como san Pablo se preciaba de no saber nada más que a Jesucristo.
Pensaba en él casi obsesivamente. De ese espíritu de fe nacía en él esa terca
constancia para cumplir con su deber. Llevó la pobreza a límites heroicos y la
austeridad de su vida jamás le permitió disponer de nada. Cuando las multitudes
lo seguían esperando de él un milagro, nunca quiso recibir compensación
económica alguna. De humildad heroica, nunca aparecía haciendo ostentación de
su yo”. Así se expresaron los que lo conocieron. La Congregación guarda
agradecida su recuerdo y su testimonio, y está segura de que su intercesión
sigue siendo valiosa para las obras eudistas que tanto amó
MES ENERO
En Sabanalarga una vereda
del antiguo Hato Viejo, ahora municipio de Bello, nació el lo. de marzo de
1.903 Félix Antonio Ruiz Posada.Algo más de once años tenía Félix Antonio,
cuando su padre, por insinuación del Sacerdote Félix Mejía, lo llevó al
Juniorato de San Pedro.
Eudista y presbítero. Aunque Félix Ruiz era entonces novicio,
debió consagrarse a mejorar sus conocimientos del francés, pues dos años más
tarde en 1.922 el Padre Le Petitles confió a él y a su compañero de clase,
Luis Enrique Yepes, que tradujeran al español y adaptaran el libro Vie et
Royaume de Jesús, obra maestra de San Juan Eudes. Esa tarea la llevaron felizmente
a cabo, y en 1.925, en la escuela tipográfica salesiana, se pudo publicar el
libro “Jesús, nuestra vida y nuestro rey, según el espíritu de San Juan Eudes”,
que revisaron además los Padres Basset y Gelain.Los estudios teológicos de
Félix Ruiz se vieron marcados por su definitiva incorporación a la Congregación
de Jesús y María. Se había previsto para la festividad de Pentecostés, pero
dada la tardanza de los correos, sólo pudo efectuarse el 8 de junio de 1.923,
en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Con ese acto, Félix se entregaba de
manera irrevocable a servir a Cristo y a la Iglesia, dentro de la familia
Eudista. Pocos días antes había optado por el estado clerical al ser promovido
a la primera tonsura.
Un año más tarde, el 15 de
agosto de 1.924 recibió de manos de monseñor Joaquín García Benítez las
entonces llamadas órdenes menores del exorcistado y el acolitado, y en 1.925
hizo la promesa de castidad perpetua al recibir el subdiaconado.
Dé manos de Monseñor Ismael
Perdomo recibió Félix Ruiz la orden del diaconado el 27 de febrero de 1.926 y de manos
del arzobispo primado Bernardo Herrera Restrepo, el7 de noviembre de 1926, la
ordenación presbiteral. Apenas tenía 23 años y medio y desde hacía días tenía
la dispensa para ser ordenado antes, si pareciera necesario.
El neopresbítero empezó su
ministerio apostólico como profesor en el Seminario Conciliar dE Pamplona, en el Norte
de Santander. Allí trabajó desde principios de 1.927 hasta mediados de 1.934.
La labor del Padre Ruiz en esas tierras “ásperas y duras pero fértiles y
buenas”, como él las llamaba, marcó huellas imborrables, primero en su propio
espíritu y, luego, en el de sus alumnos.
Superior del Juniorato. El 31
de enero de 1.936, exactamente dos años antes de morir, el Padre Ruiz tomó
posesión del cargo de superior, en el Juniorato de San Pedro en donde había
cursado los primeros estudios
El Padre Félix retornó a
Medellín. Sabía que debía partir cuanto antes para Cartagena, ytenía que
remitir sus equipajes y realizar algunas visitas de amistad.
El Padre Félix debía volar
en avión de Medellín a Cartagena. Su papá le ofrecía sufragar los gastos del
viaje, pues en esa época la pobreza eudística sólo permitía movilizarse por
tierra o por la obligada vía del río Magdalena, y ésta fue la ruta escogida. Entonces el Padre Félix volvió a Puerto Berrío, por donde pocos días antes
había pasado de ida y de regreso, en su viaje a Bogotá.
Pero en ese puerto del
Magdalena su decepción fue grande. El r´Io estaba seco, y sólo semanas más tarde
se anunciaba un vapor el Padre Félix no era hombre de esperar tranquilo, además
sabía que su presencia urgía en Cartagena, pues al principiar febrero iniciaría
sus cursos el Seminario. Por eso sólo aguardó un día, del 29 al 30 de enero,
hospedado en el Hotel Magdalena. Desde allí escribió una carta: “Adiós!
Me voy a ver el mar. Sentado sobre una piedra y salpicado de espumas amargas
pero blancas, me acordaré de su Reverencia”.
Tragedia y heroísmo. Ante la obligada demora en Puerto Berrío, el
Padre Félix decidió retornar a Medellín y llegar a Cartagena por la temible vía
aérea. Pero Dios tenía otros designios. Era el 30 de enero de 1.938 a las doce
y media del día cuando el tren emprendió la marcha.
Cuarenta y cinco minutos de
viaje llevaban cuando, por exceso de velocidad en el tren se descarriló: cinco
vagones quedaron volcados en la vía, trece personas, murieron y treinta más
quedaron heridas. Al Padre Ruiz se le quebraron el fémur y la cadera
izquierdos, lo mismo que varias costillas y el vientre se le abrió en una
herida profunda.
Padre Luis Enrique
Yepes, entonces rector del seminario de Santa Rosa de Osos, quien acudió a
atender a su antiguo compañero escribió la noticia: “El maquinista del tren,
Guillermo Sánchez, cuenta que el heroísmo del Padre no conoció límites. Que
apenas se vio herido dio una absolución general y luego le dijo al mismo
Sánchez que le ligara la vena de la pierna que tenía despedazada porque sentía
que se le iba toda la sangre y que así moriría antes de poder confesar a los
heridos.
Para ligarle la vena hubo
Sánchez de cortar carne hasta descubrirla bien (esto con navaja de bolsillo) y
luego la amarro con un cordón de zapatos. Luego dijo el Padre que le arreglaran
las entrañas regadas y en parte perforadas y que quedaban en el suelo llenas de
hojas, de arenas y de carbón.
El hombre quiso lavarlas
pero el padre no consintió porque mientras tanto podían morir algunos sin
confesión. Se las arreglaron pues tal como estaban, el padre mismo dirigió la
maniobra; se hizo cortar un pedazo de la sotana para que se le fajara y luego
dijo: “ahora sí, hijos, traigan acá todos los heridos”…y empezó a confesar a los
que podían hacerlo, a absolver a los otros y, luego se puso a filosofar con los
que quedaron intactos mostrándoles que poca cosa es la vida que se pierde así
cuando menos se piensa…
Tendido en el suelo esperó
el Padre Félix hasta que un tren vino a buscar a los heridos para trasladarlos
a Medellín. Algunos testigos conservaron palabras que decía durante ese último
y penosísimo viaje: “Muero tranquilo, muero feliz porque cumplí con mi deber
hasta el último momento… He cumplido con mi deber hasta lo último. Ahora si
estoy contento. ¡Echen, señores, adelante con este cadáver!”, y como para
coronar su gesta con una nota de piedad cristiana y de pasmosa placidez, entonó
un canto a María, la estrella del mar: el himno latino: Ave, Maris Stella, para
él que había escrito acerca del mar de espumas amargas, ya aparecía el puerto
seguro, cuyo faro es María, la radiante Madre de Jesús.
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