viernes, 27 de mayo de 2016

¡Denles ustedes de comer!





¡Denles ustedes de comer!


La palabras de Jesús a sus discípulos
cuando aquella «multiplicación de los panes»
que se nos recuerda en cada celebración
del Corpus  Christi.
Porque es una consecuencia obligante
de la Eucaristía como compromiso de vida.

Palabras que no deberíamos olvidar nunca.
Porque es lo primero que espera Dios de cada uno de nosotros.
Y lo que esperan todos los “muertos de hambre”.

Si de nuestra relación con Dios no nace esta exigencia,
podemos estar seguros de que ese dios es falso.
Si no veo a Dios en el que se muere de hambre,
mi dios es un ídolo que yo me he fabricado
para evadir el llamado del Dios verdadero.

La clave del mensaje de Jesús es la misericordia.
Si no me aproximo al que me necesita,
me estoy alejando del Dios de Jesús.
Pero si realmente he descubierto a Dios dentro de mí,

lo estaré viendo siempre en cada pobre.


Lo que Dios me pide,
como diría Juan Eudes,
es que me eche sus hambres sobre mis espaldas,
me mueva y conmueva el deseo de satisfacerlas,
y haga para ello lo que esté a mi alcance.




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