sábado, 19 de marzo de 2016

¿Seremos nosotros realmente de los primeros en entrar?


¿Quiénes son o serán los últimos?, ¿quiénes los primeros? Jesús nos lo ha dicho muy claramente, aunque nosotros nos hagamos los locos para no entenderlo. 
Por eso caben ciertas preguntas preocupantes: Al final, ¿qué será de nosotros, los que gastamos horas y horas presumiendo de que Él ha comido en nuestras plazas y predicado en nuestras calles?, ¿De los que nos pasamos la vida señalando y condenando a los que ‘no son de los nuestros’? ¿De los que vivimos indiferentes ante el sufrimiento y la marginación de los pequeños de este mundo?
Seguimos empeñados en entrar por la puerta principal, por la ancha, por la de primera división. Pero lo hacemos tan mal que a lo mejor, si no fuera por pura misericordia divina, ni siquiera atinaríamos con alguna puerta.
¿Entenderemos alguna vez que los primeros para Dios son precisamente los que nosotros tenemos como últimos? ¿Y que sólo con ellos y desde ellos atinaremos con la puerta de entrada a cielo?
Y no tengo duda alguna de que, entonces y sólo entonces, el Señor mismo será quien salga, de primero, a abrirnos la puerta de su Reino: «Porque tuve hambre y Ustedes me dieron de comer...”, etc. etc.

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