viernes, 29 de enero de 2016

Una espiritualidad eudista para nuestros días

La espiritualidad propuesta por san Juan Eudes es, ante todo, un sistema de valores enfrentados a ciertos antivalores en boga: el dinero, el placer, el egoísmo disfrazado, etc. En cuanto tal, sólo posee una existencia virtual, que se actualiza en la medida en que cada quien la expresa en obras convincentes y coherentes.

Ninguna espiritualidad, hasta las más elevadas y famosas, si no son permanentemente reinventadas en una tradición viva, se oscurecen y degeneran. «Al nacer, alimentan, exaltan, animan, mueven; pero con el paso del tiempo se van adormeciendo e incluso envenenando» (1).
En el marco eudista, para que nuestra espiritualidad sea viviente y creadora, la frecuentación de los textos que dejó san Juan Eudes, así como los estudios e investigaciones de orden científico, son absolutamente indispensables para la verdad misma de la experiencia que deseamos descubrir. De esa manera se capta la importancia de no aislar los escritos eudianos de su persona, de su vida y de sus actividades, y pasar de la palabra al ser, utilizando los instrumentos de conocimiento que poseemos hoy para encontrarnos con ese ser humano que se llamó Juan Eudes y con su experiencia espiritual, más allá de sus palabras, sus frases y sus conceptos. 
Esta búsqueda nos llevará a captar la vena creadora y la fecundidad de su vida interior. Luego tendremos que esforzarnos en acceder nosotros también a su personal experiencia espiritual, reviviéndola y “recreándola” de aluna manera, para nuestro tiempo.
Si procedemos así, Juan Eudes nos conducirá necesariamente al Evangelio y a Jesús. Este modo de buscar y descubrir la experiencia tal que nos permita acceder a ella, hacerla revivir y recrearla, no es nuevo. Lo ha sido de todos los tiempos, incluso en los tiempos originales porque el mismo Juan Eudes nos lo propone con relación a Jesús. Nos bastaría con atender a lo que nos sugiere en Vida y Reino de Jesús en las almas cristianas para convencernos.
Hoy más que nunca se necesitan hombres y mujeres de oración, adoración, misión y compromiso, como los que Juan Eudes proponía, es decir, tan persuadidos de la necesidad de su tarea que, incluso cuando se sientan privados de toda posibilidad de acción sobre sus semejantes, sepan responder a lo esencial de su vocación reviviendo a Dios desde y en los desiertos contemporáneos. Y también hombres de misericordia y compromiso.   

Un nuevo tiempo comienza, nos viene insistiendo el papa Francisco. Como lo había dicho bien el P.  de Blavette: «Jesús quiere vivirlo en mí y en ti. No se encerró sino que se mantiene caminando y viviendo en medio de los hombres de hoy”[2]Conmigo y contigo Jesús está entre los hombres de hoy… Y en nosotros él no deja de ser enviado, a lo largo de cada día que comienza, a toda la humanidad de nuestro tiempo, de todos los tiempos, de mi ciudad y del mundo entero.

Y para responder a esa misión, nosotros debemos siempre oler a pueblo, a calle, a barrio y a compromiso.  Es el deseo reiterado constantemente por el Papa Francisco.

(1) Cit. Por Charles-Henri de Blavette, en L‘école française de spiritualité, en Vie Eudiste (1999-1) 14

(2) Ibid.

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